Capítulo 30 – El Agente.
El salón de la gala aún vibraba con murmullos cuando Gabriela Rivera se apartó de la multitud, siguiendo al agente federal Esteban Cruz—quien se presentó como Mateo—hasta una sala privada en el Hotel Imperial, las luces tenues proyectando sombras afiladas en las paredes. Mateo cerró la puerta, su placa reluciendo bajo la luz como un recordatorio de la línea que Gabriela estaba a punto de cruzar. Ella se mantuvo erguida, pero por dentro, su paranoia era un torbellino. Cada palabra de Mateo podía ser una trampa, otro movimiento de Fernando para acorralarla. El collar con el rastreador descansaba pesado contra su clavícula, un eco de la protección de Adrián, pero también un recordatorio de lo frágil que era su control.
–Señora Rivera –dijo Mateo, su voz firme, sin florituras–, estoy investigando a Fernando Solano y al cartel del Pacífico. Sus pruebas son un comienzo, pero necesitamos más. Colabore conmigo, y puedo ofrecerle protección. A usted, a Adrián, a las niñas.
Gabriela cruzó los b