―¡Mami! ¡Mami! ¡Mami! ―La vocecita chillona de la niña hizo remover a su cansada madre. ―Vamos, arriba, hay que ir al colegio. ―Ana suspiró profundamente y se desperezó.
―Amor mío. ―Tirando de ella la metió a la cama y la abrazó con fuerza. ―Buenos días, no olvides los modales, brujita. ―Sonrió al escuchar las protestas de su hija.
―¿Estás muy cansada? ―Ana miró esos hermosos ojos grises y negó, ella ocultó que tan molida la deja el doble turno en el restaurante.
―Por supuesto que no. ―Besó su nariz. ―Yo solo deseaba que mi niña hermosa viniera a despertar a mamá. ―Le guiñó. ―Venga, hay que ducharnos o ambas llegaremos tarde, no queremos eso, ¿Cierto? ―La niña que era demasiado responsable negó.
―Mami. ―La siguió al baño. ―¿Por qué no buscas a mi papi? ―Ana se tensó por completo, pero disimulando frente a su hija la miró sin perder la sonrisa. ―Trabajas mucho, él debería volver y ayudarte, ¿No crees? ―Ana enarcó una ceja.
―¿Por qué has despertado tan parlanchina hoy? ―Se cruzó de