La semana había pasado demasiado rápido entre tantas cosas que estaba haciendo. Osiris nunca había sido tan feliz haciendo algo, por primera vez se dio cuenta cuanto le fascinaba ayudar a las personas.
Era triste ver cuanto daño estaba haciendo una guerra, pero poder llevarle un poquito de luz a quienes lo necesitaban fue todo para ella. Las lágrimas no faltaban, ver a niños llorando del dolor, pidiendo a mami o papi y que estos no estuvieran fue duro.
―Está por venir una camioneta con más heridos. ―Caroline se acercó a Osiris. ―Más niños. ―Eso fue un golpe directo al corazón para Osiris. ―Hey. ―Fue tras de ella al verla correr. ―Esto está siendo mucho para ti. ―Le acarició la espalda. ―Deberías descansar por hoy. ―Osiris quiso negarse, pero las arcadas se lo impedían.
―Dios. ―Susurró alejándose del lugar para poder sentarse. ―No puedo rendirme, no ahora. ―La miró.
―Te ves terrible, Osiris. ―Caroline se preocupó. ―No eres de sangre fría como yo, deberías ocuparte de la cocina