―Lamentamos si nos tardamos. ―Osiris cortó inmediatamente a la imprudente de su mejor amiga. ―Nos dijeron a las catorce horas. ―Miró su reloj. ―Sí, justo a tiempo. ―Aiden abrió y cerró la boca, pero nada podía salir de ella.
―¿Lo ves, gordito? ―Carlota se puso en pie con una sonrisa llamativa en su rostro. ―Además de confiable es puntual, eso te gusta mucho de las personas. ―Ana estaba tan perpleja como Aiden, a diferencia de Osiris que fingía no conocer a nadie. ―Oh, es usted muy amable. ―Osiris recibió los dos besos que Carlota le dio, se sintió judas. ―Esta es mi compañera, Ana, la tercera no ha venido porque tenía que ocuparse de otras cosas. ―Carlota miró a Ana y también la abrazó y le dio dos besos. ―Es un gusto. ―Ana se obligó a salir de su estado de shock. ―En mi vida hubiera imaginado estar frente a la realeza. ―Miró a Aiden. ―De verdad jamás me lo imaginé. ―Susurró recordando el desastre que fue ese hombre en las vegas exactamente cinco años atrás. ―Por favor, tomen asiento, hemos organizado todo para tener una buena charla. ―Carlota se comportó de manera amable. ―¿Desean agua, té, jugo, café? ―¿Puedo pedir un whisky a las rocas? ―Ana estaba incrédula. ―¡Ana! ―Gruñó Osiris. ―No se preocupe, estamos bien, majestad. ―Pasando de la pesada mirada del hombre, ella sacó las libretas y todo el material de trabajo. ―En Celebrating In Style Amigarte, lo más importante es escuchar a nuestros clientes y tomarlos en cuanto para todo. ―Los miró a ambos y eso fastidió a Aiden, ¿Cómo puede ella actuar de tal manera? ¿Acaso no lo reconoció? Eso era imposible, la rubia sí lo hizo, ¿Por qué la mujer con la que se casó y tuvo sexo no lo haría? ―Tratamos de que nuestros clientes se involucren para que la experiencia se sienta como suyas. ―¡Me encanta! ―Carlota chilló dejando toda clase de lado. ―¡Te dije que ella me daba buena espina! ―Osiris sonrió mirándolos a los dos, lo que hacía ver por fuera no era nada comparado a todo lo que sentía por dentro. Su corazón late desbocado, su cabeza quiere hacer explosión, sus pulmones no le permiten respirar con normalidad y su estómago está tan cerrado que desea correr al baño para vomitar. ¿Cuánta mala suerte se tenía para que le pasara eso? ¿Por qué ahora hay la posibilidad de que organice la boda del padre de su hijo? ―Tendrían que viajar. ―Aiden decidió hablar, su voz gruesa y profunda tensó a Osiris e hizo jadear a Ana, no por lo sexy y orgásmica de su voz, sino por el hecho de que ese hombre es el centro de muchas de las conversaciones que tienen en casa y ahora ha aparecido sin más. ―¿No serán ustedes ese tipo de gente que se aprovecha de la posición de los privilegiados? ―Con todo el respeto, señor. ―Osiris se sintió ofendida. ―Nuestra empresa es una de las que más modera sus precios, ya que siempre hacemos cosas a la altura con precios módicos. ―Lo miró a los ojos y ese verde en ellos le recordó a su bebé. ―En esta carpeta tiene los contactos de todo aquel que trabajó con nosotros, sí. ―Asintió sin desviar la mirada. ―Trabajamos tan bien que cada cliente está dispuesto a ser un contacto de referencia para los futuros clientes. ―Aiden pasó saliva, mirando esos ojos oscuros que jamás había podido olvidar y que ahora lo miran con enojo. ―Bien, mi secretaria puede encargarse de eso. ―Tomó la libreta dejándola de boca abierta. ―Ahora, ¿Cómo es su modus operandi? ―Preguntó con cierta mofa. ―¿Lo hacen todo y después desaparecen sin más? ―Ladeó la sonrisa provocando una oleada de emociones en Osiris. ―Como su prometida se lo puede confirmar. ―Osiris miró a Carlota. ―Nos quedamos hasta que todo finalice asegurándonos de que todo esté perfectamente. ―Eso es verdad. ―Carlota ignorante de toda la tensión, lo miró. ―Ella resolvió más de tres situaciones con gracia y sin que nadie se diera cuenta. Yo lo hice por estar de chismosa. ―Bromeó haciendo reír a Ana. ―Para ser de alta gama tienen muchos problemas, ¿No lo cree? ―Osiris pasó saliva. ―Digamos que los clientes no siempre son una joya. ―Ladeó su sonrisa. ―Muchas veces la culpa no es del trabajador, majestad. ―Aiden apretó la mandíbula. ―En casos como estos. ―Ana intervino. ―También trabajamos con la pareja separada. ―Carlota la miró con atención, Aiden confundido y Osiris atónita. ―De esa manera podremos escuchar sus ideas sin que tengan miedo a expresarse por creer que a sus parejas no les gustaría. ―Miró a Carlota. ―Si realmente nos está considerando para esto, usted y yo podemos salir a tomar algo mientras su prometido se queda con mi compañera. ―Ensanchó la sonrisa. ―Claramente, a lo largo de la organización saldremos los cuatro juntos para unir ideas y discutirlo todo, pero es bueno separarnos la mayoría del tiempo. ―Carlota miró a Aiden con cautela. ―Tienes la decisión. ―Soltó Aiden antes de aceptarlo con un rotundo “Sí” ―¿De verdad lo estás considerando? ―Carlota estaba que no lo creía. ―Puedo arrepentirme si así lo deseas. ―Los besos de la mujer incomodaron a Osiris. ―Tengo un restaurante espectacular al que ir, vamos. ―Se acercó a Ana. ―Y por favor, tenle paciencia, parece un ogro, pero es un pastelito dulce. ―Osiris sonrió para disimularlo todo y después miró a su amiga con ganas de matarla. Si Laura hubiera estado con ella no se hubiera visto en esa posición. ¿Qué le estaba pasando a Ana? ¿No podía dejar de ser tan toca pelotas por una vez en su vida? Aiden miró detenidamente a Osiris, buscando en ella cualquier señal de nerviosismo, pero lo único que vio en ella fue enojo. ―Bien, señor… ―Lo miró para que le dijera su nombre. ―Aiden. ―Respondió él con una calma que inquietó todo en Osiris. ―Aiden Marchellus. ―Osiris huyó de esa intensa mirada y tomó una libreta. ―Bien, señor Marchellus, en esta libreta puede escribirme toda visión que tenga de su boda y de truncarse en alguna parte, puede preguntar con confianza. ―Se la tendió. ―Tómese su tiempo, aquí estaré esperando. ―Le sonrió y eso le tocó los cojones a Aiden. ―Dígame, señorita… ―También se calló, no sabe nada de ella. ―Puede llamarme Osiris, es mi nombre. ―Aiden asintió algo confundido, ese nombre es del Dios del inframundo. ―Señorita Osiris, ¿Todos en su empresa son como usted? ―Ella lo miró confundida. ―¿Fingen no conocer a la gente después de involucrarse con ellos? ―Al ponerse en pie dejó ver toda su altura así mostrándose más imponente que nunca. ―¿O es cosa solo de usted? ―N-no sé de lo que habla. ―Pasó saliva con dificultad, su corazón estaba próximo a salirse de su pecho. ―¿A no? ―Se inclinó quedando con su cara justo frente a la de ella y sus manos aferradas a los reposabrazos del sofá haciendo una prisión con su poderoso cuerpo. ―Cualquiera que la viera creería que es usted una santa. ―Gruñó provocando que Osiris se estremeciera hasta el último pelo gracias a su aliento chocando con su rostro, es igual a como lo recuerda. ¿Cómo es que de pronto hasta recuerda como huele su aliento? ―No sé de lo que habla y está invadiendo mi espacio personal. ―Se hizo hacia atrás aparentando ser un conejito asustado por un feroz depredador lo que ocasionó gracia en Aiden quien soltó una risita profunda que la tensó más. ―Así que no sabes de lo que hablo. ―La miró a los ojos con intensidad. ―¿Así como tampoco sabes lo que pasó en Las Vegas cinco años atrás? ―Miró su mano en busca de aquel objeto que pensó lo ayudaría a encontrarla, pero ver sus dedos sin anillos le decepcionó y alivió a partes iguales. Ella no está casada. ―Estoy aquí para organizar su boda. ―No sabe como lo hizo, pero ella quedó de pie abrazando su bolso como si eso pudiera protegerla del magnetismo y la imponencia del hombre de ojos verdes intensos que la mira como si pudiera comérsela de un bocado. ―Y viendo que está bastante loco, desde ya le diré que no tomamos el trabajo. ―Olvidando las libretas y todo lo que sacó de su bolsa corrió a la puerta, pero antes de que pudiera salir Aiden posó su enorme mano cerrandola de golpe y evitando que ella saliera. Osiris se tensó, ella dejó de respirar y cerró los ojos con fuerza cuando lo sintió tan cerca de su espalda que el calor fue inevitable. Sus piernas se debilitaron por su cercanía y el vello de su cuerpo se erizó al sentir su respiración en su cuello. ―Qué pena, porque ahora quiero que seas tú la única que lo hagas. ―Osiris abrazó su bolso con más fuerza, creyendo firmemente que eso podría protegerla. ―Y como el príncipe de Mónaco y futuro rey, nada se me niega. ―Asustada hasta los huesos Osiris echó el culo hacia atrás para separarlo de ella y con eso de la puerta. Al lograrlo y sentir su dureza contra sus nalgas en el proceso, salió casi corriendo, sintiéndose patética al huir así del padre de su hijo, pero no podía pensar en nada más que huir. Kalen la miró con las cejas alzadas y sin esperar un segundo corrió literalmente a la oficina de Aiden creando más curiosidad en los trabajadores. ―¿Qué fue? ―Atacó de inmediato. ―¿Qué carajos le dijiste como para que ella saliera corriendo de aquí? ―Estaba desconcertado. ―¡Perdí el puto control! ―Gruñó golpeando el escritorio. ―Maldita sea, no me controlé. ―Cerró los ojos, él es un hombre impasible, nada lo perturba, pero verla a ella, a esa mujer que no ha podido sacar de su cabeza sin saber el motivo, simplemente le pudo. ―¿Qué harás ahora? ―Quiso saber Kalen. ―Porque en la manera que salió de aquí no creo que quiera volver. ―Miró las libretas en la mesita de centro. ―Quiero que llames a Keith. ―Lo miró a los ojos. ―Lo quiero en este país lo más pronto posible y no le digas el motivo. ―Kalen asintió. ―Por lo pronto, tú encárgate de investigar donde vive. ―Se sentó tras su escritorio. ―¿Qué harás? ―Preguntó curioso. ―Ella sabrá que nadie puede olvidarme tan fácilmente. ―Apretó la mandíbula al recordar su manera de comportarse. ¿Estaba tan ebria que no lo recuerda? Negó, ellos se vieron estando sobrios para el divorcio, por supuesto que debe recordarlo, ¡Fue su esposo por horas! Ana al escuchar la voz alterada de su mejor amiga se sintió terrible, ella no pensó en las cosas y solo vio la oportunidad de que Osiris hablara con el padre de su hijo, pero al parecer había estropeado las cosas con su amiga. ―¿Pueden decirme que está pasando? ―Laura estaba en medio de las dos, perdida con toda la situación. ―¡No te lo voy a perdonar nunca! ―Osiris señaló a Ana provocándole una punzada en el corazón. ―Jamás.