Capítulo 3: Reencuentro

―Vamos, arriba, campeón. ―Esta vez fue el turno de Laura despertar a Izan. ―Es hora de alistarse para ir al colegio. ―Izan se cubrió nuevamente con las sábanas.

―Estoy muy chiquito. ―Se quejó. ―Debo ir a la escuela a los seis no a los cuatro. ―Laura carcajeó.

―Vale, entonces estás muy chiquito para dar el visto bueno a los chicos que desean nuestra atención. ―El niño rápidamente se desarropó. ―¿Qué? Acabas de decir que eres muy chiquito. ―Se encogió de hombros.

Izan con su ceño fruncido, sus labios apretados y su mirada tiernamente seria, se bajó de la cama y fue directamente al baño. Laura lo miró con una sonrisa divertida en su rostro, su niño es independiente y solo necesita ayuda de un banquito para hacer las cosas por sí solo.

―¿No dio batalla? ―Osiris miró a su mejor amiga tras poner unas tostadas frente a ella. ―Pobre mi hijo, se cansará rápido del colegio. ―Suspiró.

―No dio tanta batalla, quédate tranquila. ―Laura la despreocupó. ―Y que asista a esa guardería-escuela es bueno, estará mucho más avanzado que los niños de su grado.

―Eso es verdad. ―Ana entró a la cocina. ―Ya he limpiado todo. ―Se sentó junto a Laura. ―Todavía no puedo creer que posiblemente organicemos una boda real. ―Chilló demasiado emocionada. ―¡Quizás salgamos del país y nos hagamos internacionales! ―Las tres rieron entre gritos de emoción.

―Estoy tan nerviosa. ―Osiris negó un par de veces. ―Ese príncipe debe ser un estiradillo que con solo su mirada le mete los pelos para adentro a cualquiera. ―Dejó escapar el aire por la boca para aliviar la emoción en ella. ―Solo espero caerle bien para que me contrate.

―No te preocupes, todo saldrá bien, Ana sabe muy bien como caerle bien a los hombres. ―Laura la miró con burla.

―¿Qué te pasa? ―La miró indignada. ―Es un hombre comprometido, jamás rompo las reglas.

―No vengas aquí de moralista. ―Rodó los ojos Laura. ―Esta vez debes sacar tus encantos de zorra, aunque el hombre esté comprometido. ¡Lo necesitamos! ―Ana por supuesto se enojó y la discusión empezó.

Osiris mientras seguía cocinando no dejaba de reír por la pelea de sus amigas, esas dos eran como agua y aceite, pero les era difícil mantenerse una lejos de la otra.

Izan entró a la cocina y pasó de la pelea de sus tías, ya estaba acostumbrado a las carcajadas, los chillidos y las mofas de las chicas.

―Y solo para aclarar. ―El niño las miró cuando tuvo la atención inmediata de las tres mujeres. ―Soy grande. ―Las chicas se lo comieron a besos e Izan gruñó.

―Eres un amargadito precioso. ―Osiris besó los mofletes de su hijo. ―Tan tierno, guapo, dulce e inteligente. ―Lo miró a los ojos y tragó grueso.

Su hijo no se parece a ella y sabe que quizás sea la viva imagen de su padre, pero le da cierta tristeza que sea así. Si él se hubiera parecido a ella nadie cuestionaría la ausencia del padre.

―Seguro papá es así. ―Las tres se congelaron. ―¿Cuándo vendrá papá? ―Las miró un poco confundido. ―Los padres de mis compañeros van a recogerlos.

―Bueno, ¿No es mejor ser buscado por mujeres guapas? ―Ana ladeó la sonrisa. ―No hay nada mejor que un hombrecito guapo rodeado de mujeres que lo aman.

―Lo sé y me gusta. ―Lo aceptó. ―Pero me gustaría tener una noche de chicos. ―Suspiró. ―Mis compañeros siempre tienen noches de chicos y juegan al futbol con sus padres.

―¿Acaso no hacemos todo eso nosotras? ―El corazón de Laura se aceleró.

―Sí, pero no es lo mismo. ―Osiris sintió ganas de llorar, ellas lo hacían todo para que él no extrañara a su padre, pero cada día empeoraba.

―Ok, ya hablaremos de eso. ―Osiris le besó la frente. ―Ahora, sal de la cocina y ve al comedor, ya llevaremos el desayuno. ―El niño saltó de su puesto y caminó a la puerta, pero antes de salir se giró y les sonrió.

―Ustedes son lo máximo y las amo porque soy la envidia de todos. ―Endulzándoles el alma salió corriendo.

―Lo obligamos a madurar muy rápido. ―Sollozó Osiris.

―Las circunstancias así nos lo exigió. ―Laura apretó su mano. ―No fue fácil para nosotras y debíamos hacer que madurara.

―Y no creo que sea malo. ―Ana le sonrió. ―Tenemos a un niño listo, inteligente y que sabe como son las cosas en el mundo.

―¿Debería decirle la verdad? ―Osiris dudó.

―Está muy pequeño. ―Laura se negó. ―Es maduro para su edad, pero sigue siendo un niño.

―Le estamos mintiendo o más bien, dejando que crea que su padre aparecerá. ―Ana no estuvo de acuerdo. ―¿Cómo fue que llegó a ese pensamiento?

―No lo recuerdo. ―Osiris frunció el ceño pensativa. ―Un día solo dijo que cuando volviera su papi y desde ahí ha estado con eso. Creo que entramos en pánico y le seguimos el juego.

―Llegaremos tarde. ―Izan las cortó. ―¿No deberíamos estar desayunando?

―¡Ese es mi niño grande responsable! ―Ana tomó un plato de tostadas con huevos revueltos y queso para después seguir a su niño.

―Por ahora hay que centrarnos en la reunión de hoy. ―Laura la miró a los ojos. ―Yo me encargaré de Izan e iré a la oficina para verificar cuál es nuestro próximo trabajo. ―Osiris asintió con una pequeña sonrisa.

Aiden gruñó, estaba molesto por la petición de su prometida, se supone que él estaba en el país para hacer negocios y ahora debe comprometer su valioso tiempo para conocer a una mujer que posiblemente quiera pasarse de lista y cobrar de más por un servicio que muy bien pueden contratar en su país con gente más reconocida.

―No te pongas así, gordito. ―Carlota hizo un puchero. ―Prometo que ella te va a gustar, se ve muy confiable. ―Buscó sus ojos, pero como siempre pasa no los encontró. ―Vamos, no me hagas sentir que te obligo a esto. ―Aiden inmediatamente la miró, no directo a los ojos, pero sí a la cara.

―No digas eso. ―Suavizó el tono. ―Es solo que es un tiempo que no voy a poder recuperar. ―Le sonrió. ―¿Por qué no te ocupas de todo?

―Quiero hacerlo contigo. ―Sollozó silenciosamente. ―Quiero que este proceso nos una como pareja. ―Aiden lamió sus labios. ―Solo será una hora o poco menos.

―Si la charla no me interesa, lo dejaré todo en tus manos. ―Carlota agrandó la sonrisa. ―La voy a conocer y listo, ¿Entendido?

―¡Eres un encanto, gordito! ―Se tiró a sus brazos y lo besó un par de veces en los labios. ―Amo estar a solas contigo, así no debo comportarme correctamente y cuidar de todo lo que hago. ―Aiden la comprendió, estar frente a las personas es estar serio y comportarse a la altura.

―Gracias a ti en unos minutos no estaremos solos. ―Carlota rodó los ojos.

―Eh, amigo. ―Kalen entró a la oficina sin tocar, Carlota inmediatamente descompuso el gesto cuando Aiden la separó de él. ―Rival. ―La saludó con una mirada despectiva.

―Eres irritante, Kalen, no te soporto. ―Se sentó cruzándose de brazos.

―¿Y crees que yo a ti sí? ―Bufó divertido. ―Me quitaste a mi esposo, mujer ingrata y rompe hogares. ―Carlota volvió a rodar los ojos.

―Jódete, Kalen. ―Él la miró indignado llevándose una mano al pecho y abriendo la boca con exageración.

―Condesa, ¿Con esa boquita es con la que besa a su madre? ―Carlota rio.

―Eres un tonto. ―Kalen finalmente rio. No se llevan como perfectos amigos, pero ella al contrario de ofenderse también se defiende y eso le agrada un poco.

―¿Esperando a la organizadora? ―Enarcó una ceja al notar el gesto serio de su amigo. ―Vamos hombre, sé un buen prometido y esfuérzate por tu querida mujer. ―Carlota sonrió mirando a Aiden quien se vio forzado a fingir una sonrisa, quería matar al idiota de su amigo.

―Para cuando llegue no quiero verte aquí. ―Kalen agrandó la sonrisa, sabía que lo había jodido. ―Así que lárgate.

―Qué cruel eres, gordito. ―Lo miró fingiendo tristeza. ―Me rompes el corazón. ―Carcajeando por los gruñidos del amargado de su amigo salió de la oficina sin dejar de reír.

―Aparte de que ríes feo, estás ciego. ―Gruñó Ana sin mirar al hombre incrédulo frente a ella, estaba más ocupada por limpiar sus zapatos. ―Deja de abrir ese bocón para carcajear y fíjate por donde vas, gilipollas.

―¡Ana! ―Osiris tiró de ella para que se callara. ―Lo siento. ―Dijo ella sin mirarlo realmente.

Kalen quedó de piedra, siguiendo a las dos mujeres anclado en el mismo lugar en el que lo dejaron. Él las reconoce, incluso se folló a la mujer que lo ha tratado como si fuera un estúpido, ¿Qué hacían ellas ahí? Cuando dio un paso era demasiado tarde, ellas ya estaban dentro de la oficina.

―Finalmente han llegado. ―Gruñó Aiden desviando la mirada del ordenador. ―No tengo demasiado tiempo… ―No dijo más, encontrarse esa mirada, ese rostro y en general a esa mujer lo dejó impactado.

―No puede ser…

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