Jamás en la historia alguien había logrado calmar a otra persona diciéndole "no te alteres" justo antes de soltar una bomba, mucho menos cuando esa bomba era tu novio confesándote de la nada que tenía esposa.
Me estaba alterando por completo.
Cada nervio de mi cuerpo vibraba como si me hubieran conectado a una cerca eléctrica mientras el pecho me dolía, los pensamientos se me dispersaban y mi cerebro intentaba reiniciarse como si alguien hubiera arrancado y vuelto a enchufar el cable de corriente. ¿Qué carajo había querido decir con "Ella es mi esposa"?
Nicolás me sacaba del edificio con la mano aferrada a la mía como si temiera que me escapara.
Minutos antes, en ese reservado privado, le había gritado pidiendo respuestas, desnuda y temblando, mientras él me respondía con una calma fingida, diciéndome que me explicaría todo camino a la estación, que teníamos que irnos porque ese no era el momento.
No le creí, aunque lo dejé pensar que sí.
Me vestí y dejé que me tomara de la mano desde