Nicolás se aclaró la garganta y habló primero.
—Estoy tratando de entender por qué querrías ayudar a Fernando —dijo con voz firme—. Se fracturó un brazo, no se quedó paralítico. Tiene a Dalila. Si crees que necesita ayuda, se puede resolver... sin que tú aparezcas por ahí. Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Hay algo más que debería saber sobre esta obsesión tuya de andar salvándolo?
Abrí la boca para discutir, pero no salió nada porque tenía razón: no tenía que estar ahí, aunque necesitaba estarlo. A pesar de todo, todavía me sentía culpable por haberlo cortado de mi vida, y Fernando no conservaba amigos, solo conocidos y seguidores, pero no gente real que apareciera cuando importaba, excepto yo y Dalila.
Además, había otra razón.
—Le está llamando a toda mi familia —dije en voz baja—. Y tengo que hacer que pare. La única manera de lograrlo es manejándolo con cuidado.
—¿Qué tal si simplemente le dices que pare?
—¿Acaso conoces a tu hermano? ¿Crees que va a parar su racha de venganza porq