Escuché que se alejaba y volvía a la cama. Luego sentí que me sacaba el vibrador del culo. Gemí fuerte, arqueando las caderas mientras las ondas de placer me recorrían. La verdad, se sentía mejor al salir que al entrar. Lo volvió a meter y vi las estrellas, mi cuerpo temblando ante la intensidad.
—En serio se te está chorreando por la pierna —dijo—. ¿No te viniste dos veces afuera?
Me dio una nalgada en el coño con un chapoteo húmedo que confirmaba sus palabras. Sentí el calor subirme a las mejillas, esa mezcla de vergüenza y excitación.
—Ahora tengo que asegurarme de que ni una gota se pierda. —murmuró.
De repente, algo húmedo me resbaló por la parte interna del muslo izquierdo. Su lengua lamió el rastro y gemí, necesitando su boca justo donde más me ardía, donde esas bolitas hacían cosquillas al moverse. El vibrador en mi trasero no hacía más que aumentar la necesidad.
Dejó un muslo y empezó con el otro. Estuve a punto de llorar. Más líquido escurría por mis piernas mientras él lo la