Punto de Vista de Solana

Salí corriendo del baño con una toalla pegada al cuerpo y el corazón desbocado mientras revisaba la hora en mi teléfono. Mierda.

Llevaba muchísimo tiempo fuera de la oficina.

Tarde o temprano Gloria, la supervisora que fingía ser relajada pero vigilaba hasta el último minuto de tu jornada laboral, empezaría a acosarme con mensajes sobre el proyecto CypherGuard.

Y en ese momento no tenía ganas de lidiar con Gloria, ni con esa maldita hoja de cálculo que documentaba las fallas de seguridad que debíamos resolver antes de las auditorías de fin de trimestre. Apenas íbamos a la mitad de la revisión del código y ya me había perdido dos fechas de entrega. Si no me apuraba, se lo asignarían a otra persona, y había trabajado demasiado para ganarme la confianza en algo tan importante.

Me metí a mi habitación a tropezones, secándome mientras caminaba, con el corazón aun disparado por algo más que la prisa.

Sabía cuál era mi problema: ese hombre tatuado que andaba por mi ca