Punto de Vista de Nicolás
Los años patrullando territorio enemigo en lugares donde los hombres se esfumaban para siempre me habían enseñado a escuchar de verdad. Un crujido entre las ramas significaba compañía no deseada, podía distinguir cualquier arma por el sonido que hacía al amartillarse en la oscuridad, y era capaz de contar cuánta gente había en un cuarto solo escuchando cómo respiraban.
Ese ruido casi inaudible que acababa de percibir dentro del armario de Solana había sido inconfundible: la suela de cuero de un zapato de vestir, desgastado por las horas de oficina, definitivamente masculino.
Solo conocía a una persona lo bastante patética, obsesiva y prepotente como para meterse en su casa y esconderse como un cobarde en la oscuridad.
Habría jugado toda mi fortuna a que era Fernando.
Me acerqué al armario y puse la mano contra la madera. Su respiración irregular lo delataba, nada profesional, junto con ese aroma familiar de colonia que confirmaba lo que ya sabía.
Fernando. Mal