Me subí detrás de él, pasé una pierna por encima de su rostro y apoyé las rodillas a cada lado de su cabeza antes de bajar un poco.
—Cuando te diga siéntate, me ahogas completamente. ¿Entiendes?
—Sí. —susurré.
Comencé a bajarme otra vez, dudando lo suficiente para que mi centro rozara su nariz.
—No me haces caso. —gruñó.
Entonces me agarró las caderas y me bajó del todo.
En cuanto sentí su lengua me temblaron los muslos y me moví contra él sin pensarlo, gimiendo cuando su boca me devoró. No me lamía, me devoraba con una necesidad feroz, alternando entre movimientos lentos y profundos, después rápidos y traviesos, hasta que mis caderas empezaron a moverse solas, buscando más contacto con su boca.
Gimió contra mí y casi me desplomé.
Levantándome un poco, dijo: —Chúpamela, Solana.
Me incliné hacia adelante, extendí la mano entre nosotros y lo tomé en mi boca otra vez.
Y así de simple, estaba sobre él mientras lo chupaba, el placer extendiéndose por todo mi cuerpo cuando empezó a lamerme p