CAPÍTULO 78. Rostros que no mueren.
Capítulo 78
Rostros que no mueren.
El viaje a España fue más largo de lo esperado. Las escalas, las revisiones de seguridad en los aeropuertos y la vigilancia discreta que Julián había ordenado contratar hicieron que el trayecto se sintiera como un lento desfile hacia un destino incierto. Sin embargo, cuando el vehículo alquilado dobló por una estrecha carretera costera, Isabela sintió un cosquilleo extraño en el estómago: ahí, al final de ese sendero, vivía la mujer cuyo nombre había aparecido como un destello de esperanza en el pendrive que Isabela apretaba en su mano, junto al relicario de su madre.
Elena Castillo. Científica, superviviente, madre.
La casa era modesta, encalada, con ventanas azules y un pequeño jardín de hortensias. No parecía el refugio de alguien que había escapado del corazón de un proyecto clandestino. Pero la serenidad de la fachada no engañaba a Isabela: reconocía el silencio contenido de quienes viven escondiéndose del pasado.
Gabriel se quedó unos pasos a