Raffael, al ver aquello, salió corriendo del coche.
Estaba preocupado por la mujer que ahora ocupaba su corazón y su mente.
Intentó cargar el cuerpo inconsciente de Lyra para llevarla al coche.
Tras varias caídas por el camino de tierra mojado y resbaladizo, finalmente lo logró.
Pero no sabía qué hacer. La ropa de Lyra estaba empapada, al igual que la suya.
En medio del pánico, Raffael se sobresaltó al escuchar unos golpes en la ventana del coche.
Una mujer de cabello largo estaba de pie, sosteniendo un paraguas.
Raffael bajó la ventana de inmediato.
—¿Tú?
La mujer entró al coche y se sentó en el asiento del conductor. Condujo el coche de Raffael hacia la entrada principal de la villa.
Los guardias de la puerta se negaron a abrir, ya que Elia quería ingresar con Raffael y Lyra.
—Lo siento, señora, pero el señor Antonio dijo que no se permite la entrada de extraños a la villa. ¡Si el señor Antonio se entera, se enfadará mucho! —dijo uno de los guardias.
—¡Cierra la boca, idiota! Entonc