—¡Eso no es asunto tuyo, Raffael! Pero lo que sí es seguro... ¡yo soy la heredera principal de la fortuna de los Marino! —afirmó Elia con una seguridad arrogante.
—¡No sueñes despierta! No eres más que una sirvienta en mi casa. Tal vez lograste seducir a papá y convertirte en su amante. Pero una oportunista como tú no obtendrá nada. Así que será mejor que despiertes de ese sueño ridículo —replicó Raffael, dolido al ver cuán confiada estaba Elia.
Ambos se enzarzaron en una discusión acalorada.
Raffael no podía aceptar que Elia hubiera destruido el matrimonio de sus padres. Mientras tanto, Elia no soportaba que Raffael amara a Lyra.
—¡Si te atreves a impedir que Lyra se acerque a mí, entonces no deberías haberla abandonado! Tú la rechazaste, así que no intentes recuperarla ahora. Lyra será mía, y no permitiré que regrese con la madre que la desechó.
—¡Basta! No tienes derecho a decir eso. Eres solo un imbécil dentro de la familia Marino. Si insistes en amar y querer a Lyra, entonces no