Ella escuchó el murmullo de voces masculinas en el silencio de la noche, provenían de la oficina de Tariq. Se acercó para preguntarle si quería un café ya que parecía que se iba a quedarse trabajando hasta tarde.
La puerta estaba apenas entornada. Eran dos voces, murmurando bajo. Ninguna de las dos era de Tariq, eran a Amir y Nasser. Parecía que Tariq aún no había llegado. Lo estaban esperando.
Eleanor se detuvo silenciosamente, la curiosidad la obligó a acercarse. Se escondió detrás de la puerta y pegó el oído. El corazón le latía con fuerza. Solo podía oír fragmentos.
— ...la distracción de Tariq con la esposa... nos da tiempo. — La voz de Amir era clara y fría.
— No podemos esperar más, Nasser — dijo, la voz ronca que se filtraba en sus oídos. — El Senador está impaciente. Si Tariq no acepta, el plan se desmoronará.
— ...sí, y Haddad es el peón perfecto. Cree que hace el bien. ¡Qué ingenuo. El idiota se ha creído la historia del Halcón Dorado y la Rosa del Desierto! Cree que es el