La tarde se desvanecía sobre Manhattan, tiñendo el horizonte de tonos naranjas y violetas.
Eleanor, con una bata de seda, se encontraba de pie frente a los inmensos ventanales del ático, observando cómo la ciudad cobraba vida con un millón de luces titilantes.
Su mente era un torbellino de impresiones, una mezcla de ansiedad por la cena de negocios de esa noche y la extraña calma que había comenzado a sentir en su nuevo hogar.
— ¿Cómo van las cosas Elie, entre Tariq y tú? — Le había preguntado Samantha horas antes, ambas habían ido por un café.
— Están mejorando. Estuve hablando con Tariq la otra noche, conversamos de todo y de nada. Pero siento que nos sirvió para conocernos un poco. Para que él comience a abrirse. Nunca habíamos hablado tanto. Te digo que después de eso, él ha estado más conversador y más amable. — Explicó.
— Siento que es una persona muy rígida porque su padre tiene muchas expectativas puestas sobre él, y Tariq tiene miedo de fallarle. Parece que tuvo una crianza m