Eleanor se movía por los pasillos del penthouse.
La confrontación de la noche anterior la había dejado exhausta. El dolor de las palabras de Tariq, su frialdad... todo era demasiado.
El contrato que la había salvado de la ruina ahora parecía una muy mala decisión. Se miró en el espejo, sus ojos llenos de una tristeza que no podía ocultar.
Ya no se reconocía a sí misma. La mujer que había sido, libre, audaz y llena de vida, se había marchado, reemplazada por una sombra.
En la tranquilidad de su habitación, tomó su teléfono. Revisó la galería de fotos, y encontró la imagen de su hermano. La amenaza de Tariq resonó en su cabeza.
Haría lo que fuera para proteger a su familia. Necesitaba un aliado poderoso. Alguien capaz de enfrentar a Tariq y no tenerle miedo.
La decisión fue impulsiva, una reacción a la opresión que sentía. Buscó el contacto de Omar.
Por alguna razón, él era el único que podía entenderla. No era un amigo, no era un amante, era solo un hombre que la había visto como algo más que un contrato.
— Omar — susurró, su voz temblaba.
La voz de Omar al otro lado del teléfono era suave, comprensiva.
— Eleanor, ¿estás bien? Te escucho preocupada.
Eleanor se mordió el labio.
Había prometido no hablar de Tariq, no ventilar los trapos sucios de su matrimonio, pero en ese momento, la desesperación fue más fuerte que su orgullo.
— No. No estoy bien, Omar. La vida aquí es… insoportable. Tariq y yo tuvimos una discusión. Por ti. Ayer cuando llegué a casa me estaba esperando, después de nuestra caminata. — Sollozó.
— Él está obsesionado. No entiendo que le pasa. Ese hombre que trabaja para él ha estado metiendo ideas en su cabeza. Ni siquiera lo entiendo. Parece paranoico. — Se limpió una lágrima que se deslizó por su rostro.
— Me siento sola en este apartamento. Completamente sola. La única que me hace compañía de vez en cuando es Jamila, cuando el tiempo se lo permite.
Omar se quedó en silencio por un momento. Su voz regresó, más suave que antes.
— Eleanor, sé que la vida con Tariq no es fácil. No soy quien para juzgarte, solo quiero ayudarte. — Ellos apenas se estaban conociendo, pero Omar podía ver lo evidente.
— He notado que te ha estado tratando mal. Lo he visto con mis propios ojos. Yo estoy aquí para ti. No estás sola. Te entiendo. Sé lo que es vivir en una jaula dorada. Pero tú eres un alma libre. No permitas que nadie te encierre.
Las palabras de Omar fueron un bálsamo para el alma herida de Eleanor. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió comprendida, vista.
— Gracias, Omar. Por entenderme. ¿Tu oferta para la fundación sigue en pie?
— Siempre, Eleanor. Siempre — dijo él, su voz llena de calidez —. La fundación necesita personas como tú, inteligentes, apasionadas, con un corazón grande. Con ganas de ayudar a la gente.
— Tus palabras me levantan el ánimo. Quiero hacer algo que valga la pena. Quiero ayudar. Quiero ser yo misma otra vez. Y quiero tener un escape. Un lugar donde pueda ser yo misma sin tener la mirada de Tariq sobre mí. — Sería una excusa para poder salir de casa y tener a donde ir.
— ¿Cuándo puedo comenzar? — Le preguntó.
— Mañana. Mañana es un buen día — respondió Omar.
Eleanor colgó el teléfono, una sonrisa frágil en su rostro. Había tomado una decisión. No era un acto de traición, sino de supervivencia.
Era una decisión de mujer, de esposa. La formalidad de su vida se había desvanecido, ahora actuaría por supervivencia.
Sí, estaba haciendo un movimiento audaz. Un movimiento que la pondría en el campo de juego, pero ya no como una pieza, sino como una jugadora.
En su oficina, Tariq recibía un informe detallado de su equipo de seguridad.
Por el momento, no había nada. La información de Amir era tan solo un rumor que no se podía verificar. Pero la duda ya estaba sembrada.
Llamó a Samantha Reed, ella era una mujer inteligente y astuta. Era una abogada brillante y tenía buen ojo para el detalle.
Si su equipo no encontraba nada pues el contrataría a un agente externo, en secreto, para que investigara y le informara. Y si era necesario contrataría a un investigar privado para que siguiera a Omar.
La puso al tanto de todo lo que Amir le había dicho, y también de las amenazas del Senador Caldwell.
— Pues ya vez Samantha, todo esto me ha tenido muy preocupado.
— ¿Cuál es el propósito de Amir detrás de todo esto? — Ahora ella se planteaba una nueva interrogante. — ¿Qué es lo que espera obtener él de ti Tariq, al decirte esto ahora? — Inquirió Sam.
— No lo sé. Puede que solo este cuidando mi espalda… ya veremos. A estas alturas ya no sé qué pensar.
Intentaba darle un razonamiento lógico a la situación presente.
— ¿Realmente Omar es tan inteligente como para saber cómo esconder sus trampas tan bien? — preguntó Tariq.
— No lo creo, generalmente los delincuentes de cuello blanco contratan a otros para que hagan su trabajo sucio.
— Todo esto es tan extraño. Omar, nunca me pareció el tipo de persona que vende sus principios por ambición.
Samantha le respondió.
— Pero hay un dicho muy cierto y es que por dinero baila el perro. Además, Omar es un hombre competitivo. No hubiera pensado que lo fuera más que tú, claro. — Bromeó para quitarle hierro a la conversación.
Tal vez Amir tenía razón, y Omar le tenía envidia porque el siempre había sobresalido en todo, y su amigo había estado bajo su sombra. Pero Tariq generalmente llevaba la delantera.
— Me pregunto, que tiene que ver Caldwell en todo esto. ¿Cómo corrompió a Omar? — Ella pensó, todavía no le quedaba claro el papel del Senador y como podía beneficiarlo una caída en las acciones de Tariq. — ¿No te has detenido a pensar que puede que esté utilizando el chantaje con él? — Soltó Samantha.
Pero Tariq no lo sabía. El Senador parecía ser un hombre muy persuasivo.
Pero tal vez había otra respuesta. Antes no se había detenido a pensar que tal vez Hassan, su padre, estaba detrás de todo esto y que su único propósito era hacerlo regresar a casa.
Tariq no le dijo nada a Sam, pero conociendo la forma de pensar de su padre, y el deseo que tenía que cumpliera con sus órdenes, seguramente estaba moviendo los hilos por debajo.
— Por cierto, Tariq, ¿cómo van las cosas con Eli?
El hombre se tensó de inmediato, menos mal que la abogada no estaba frente a él, o habría sido muy incómodo.
— Eh… bien… — Contestó a medias.
— Ella es una mujer muy perceptiva, y es de esas personas sentimentales, trata de tener una buena relación con ella, si la sabes tratar, hará lo que necesites que haga. Pero no te recomiendo entrar en una guerra con ella, créeme, la conozco. Por las buenas será muy buena contigo, pero por las malas no quieres conocerla.