11 Susurros en Casa

El despacho de Tariq era una olla de presión hirviendo a punto de explotar.

Tariq cruzo el espacio, la nerviosa energía cargaba el aire alrededor de él. Su equipo de seguridad había pasado horas revisando los datos recopilados sobre Omar Haddad.

Aunque su amigo había dedicado años a la filantropía, algo en su interior le decía que no podía confiar del todo. Una desconfianza instintiva seguía haciendo nudos en su estómago.

El sonido de un mensaje entrante resonó, sacándolo de sus pensamientos. Era un texto de su consejero de confianza.

— “Tienes que tener mucho cuidado Tariq, el Senador Caldwell tiene sus ojos puestos sobre ti”.

Tariq frunció el ceño. Caldwell, siempre moviendo sus piezas en la oscuridad. Bajó la mirada, alarmado. Si el senador empezaba a jugar, él mismo podría convertirse en su siguiente objetivo.

Marcó y esperó a que Amir contestara.

— ¿Amir? — Gritó tan pronto como el hombre contestó el teléfono —. ¿Qué sabes de Caldwell?

— Tariq, hay algo que necesitas saber — la voz de Amir era tensa —. El senador Caldwell ha estado haciendo preguntas sobre ti. Sus movimientos son... sospechosos.

Un escalofrío recorrió la espalda de Tariq, mientras Amir continuaba hablando.

— Lo que te digo es solo la punta del iceberg. Ha estado indagando sobre ti más de lo normal y no solo le interesa tu fortuna, Tariq. Cuidado con cómo actúas, o podrías verte envuelto en problemas muy graves. A él no le importaría refundirte en la cárcel con tal de lograr sus propósitos.

— ¿Sobre qué asuntos sospecha el Senador? — preguntó, mientras un nudo se formaba en su garganta.

— Ha estado indagando sobre tu relación con Eleanor. Tengo el presentimiento de que él hombre sabe sobre el acuerdo que ustedes dos tienen. Ya sabes, sobre el contrato…

— Hay rumores, las revistas de chismes se han estado preguntando como es que el soltero más rico y codiciado de la ciudad se casó a escondidas, cuando nadie los había visto salir juntos, nunca, y está ese chisme del ex novio, el tan Dylan. Y sabes que a Caldwell le encanta manipular las cosas a su favor. — La advertencia le dejó agotado. El senador estaba buscando una forma de socavarlo.

La llamada terminó, y la inquietud de Tariq aumentó.

— Sigue buscando todo lo que puedas sobre Omar Haddad y encuentra algo que me sirva, algo que pueda usar en su contra de ser necesario. — Le ordenó al jefe de su equipo de seguridad a través de su auricular. Su voz era fría y cortante.

— Su pasado, sus negocios, cada donación, cada movimiento. Quiero saber quién es ese hombre en realidad y por qué ha aparecido en la vida de Eleanor de la nada. Quiero saber por qué está interesado en ella. Quiero conocer cada detalle.

La respuesta fue rápida, casi instantánea. El equipo de seguridad era el mejor del mundo, una red de espionaje que su padre le había enseñado a usar. Los informes llegaban a su pantalla como un torrente.

— Señor, no hay nada. Es un hombre limpio. Su fundación es legítima. Se dedica a la filantropía y a ayudar a los niños que lo necesitan. Sus movimientos son transparentes. No tiene enemigos.

La lógica de Tariq le decía que el informe era verídico, que Omar era solo un filántropo, un hombre que se preocupaba por los demás, a diferencia de él. Pero su instinto, le impedía aceptarlo.

— Miente. No sé cómo hace para ocultarlo. — Pensó en voz alta. — Nadie esta tan limpio en el mundo de los negocios.

Su mente conspiradora buscaba un enemigo donde no lo había, un pretexto para justificar sus celos.

— Sigan investigando. Algo se les debe estar escapando. No puede ser tan bueno. — Cerró su puño con fuerza.

Su sangre hirvió. La traición, la envidia, el miedo. Todo esto parecía una broma de mal gusto. El destino parecía estar jugando con él. Lo estaba metiendo en muchos aprietos después de haber hecho negocios con su “esposa” Eleanor.

No podía ignorar la urgencia de los últimos acontecimientos. Su padre le había enseñado que la información era poder, y en este juego, el que tenía el conocimiento, ganaba.

El informe de seguridad sobre Omar se extendía en la pantalla, una página impecable que exclamaba a gritos que el hombre era bueno y no tenía nada que ocultar.

Tariq lo odió por eso. Por su sonrisa fácil, por su reputación intachable, por el brillo en los ojos de Eleanor cuando le hablaba.

La puerta se abrió y Amir entró, su traje impecable y una expresión de grave preocupación en su rostro. No era un consejero, era la sombra de su padre.

— Hay rumores, Tariq — comenzó sin preámbulos. Su voz era un susurro que se clavaba como una astilla.

— Rumores de que la familia Haddad no solo está interesada en la filantropía. — Tariq levantó la vista, la rabia brillando en sus ojos esmeralda.

— ¿De qué hablas? Mi equipo ha revisado todo. Es un hombre limpio. No hay nada.

Amir se acercó al escritorio, su mirada nunca se apartó de la de Tariq.

— La superficie siempre es impecable, mi querido Tariq, pero busca expandirse. La familia Haddad ha estado invirtiendo discretamente en los territorios del norte, donde, casualmente, Al-Farsi Petroleum tiene sus mayores intereses. — Explicó mientras tomaba asiento frente al escritorio de Tariq.

— Está comprando propiedades donde tú piensas desarrollar el nuevo proyecto. Está comprando influencia. El terreno de la caridad es el más fértil para sembrar la corrupción. De hecho, ha estado haciendo tratos con un miembro del comité para que su oferta sea la más alta que la tuya. Lo quiere todo para él. Va a perjudicarte.

Las palabras de Amir no eran una acusación directa, eran una mentira sutil envuelta en una verdad a medias. La paranoia de Tariq, ya en ebullición, encontró un nuevo combustible.

— La fundación es la excusa. — Dijo Tariq.

Amir asintió con una sonrisa de satisfacción que duró un segundo.

— Exacto. Usan la bondad de otros como escudo. Tal vez, el interés de Omar por Eleanor no sea por ella misma, sino por la conexión que ella tiene contigo. Un peón en el juego para acceder a información sobre tus movimientos. Es una trampa, Tariq. Una trampa para llegar a la joya de la corona.

La semilla de la duda, plantada con maestría, germinó en la mente de Tariq. La ira se mezcló con la humillación. No era un rival por el amor de Eleanor, era un espía, un depredador.

La sensación de traición era abrumadora.

Amir continuó, su voz como un bálsamo.

— Debes proteger a Eleanor. No por ella, sino por la empresa. Ella es un activo. Y no podemos permitir que se convierta en una debilidad. Si Omar Haddad es lo que sospechamos, y ella se acerca más a él, el escándalo podría acabar con Al-Farsi Petroleum.

Tariq, el hombre de lógica implacable, se sintió arrinconado. La cizaña de Amir había funcionado.

La fría determinación que lo había caracterizado toda su vida regresó, pero esta vez, estaba alimentada por una mentira. Miró la ciudad, él siempre había sido el jugador en control, pero Haddad parecía estar ocupando ese lugar.

— No pasará — juró para sí mismo. — Ella no será mi debilidad. — El juego había comenzado, y Tariq, sin saberlo, ya estaba siendo manipulado.

Eleanor, con el corazón latiendo con fuerza, se dirigió a su habitación.

Sentía la opresión de Tariq. Necesitaba respirar. La única persona que la hacía sentir libre era Omar.

Él la veía como una persona. No la juzgaba, no quería controlarla. Y si iba a luchar contra Tariq, necesitaba ayuda.

Se sentó en la cama, miró la foto de su hermano, y se dio cuenta de que tenía que hacer lo que fuera necesario para protegerlo.

Tomó su teléfono y le escribió un mensaje a Omar.

— Hola, Omar. Me gustaría aceptar tu propuesta. ¿Podríamos vernos para hablar de los detalles? — La respuesta fue instantánea.

— Sí, Eleanor. Eso me encantaría.

Eleanor sonrió. Era una pequeña victoria. Una rebelión. Una forma de recuperar el control de su vida.

La esperanza que veía perdida se encendió de nuevo, y la idea de pasar tiempo con él le agradaba.

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