El aire en el "Esqueleto del Gigante" se hizo más denso, cargado con la expectativa de la llegada del diablo. Lucas, oculto en su hueco en la pared, sentía el pulso de la impotencia mientras observaba a Leonel, atado a la viga, su cuerpo flácido. Elena, aferrada a Ramiro, apenas respiraba, sus ojos fijos en la puerta principal del vasto espacio. El hombre del cigarrillo, Igor, parecía tensarse, sus hombres se dispersaban, formando una línea de bienvenida.
Un rugido de motor, potente y cercano, resonó en la estructura, haciendo vibrar el metal oxidado. Las luces de un vehículo potente, un SUV blindado, se hicieron visibles a través de la entrada principal. Se acercaba lentamente, como un depredador que se aproxima a su presa.
—Ahí viene el Don —murmuró Ramiro, su voz apenas audible.
El vehículo se detuvo. Las puertas se abrieron con un chirrido metálico, y de él emergieron figuras imponentes, vestidas con trajes oscuros y armadas con fusiles de asalto. Al frente, con una calma aterrado