El impacto contra el agua a esa alta velocidad fue un trauma físico, una bofetada helada que le robó el aliento.
Luciana sintió que su cuerpo se convertía en un proyectil lanzado contra una pared líquida, la fuerza la arrastró varios metros bajo la superficie, donde la luz del sol se extinguía rápidamente y solo quedaba el azul denso y caótico del mar.
Su cerebro, luchaba por la supervivencia, le gritaba órdenes ¡guarda el aire, oriéntate, sube! pero el pánico, como una bestia primitiva la abrazó con fuerza hundiéndola en el temor más profundo.
Había entrado en el mar con la promesa de una vida futura colgando en el aire, y ahora solo sentía la presión del presente y el miedo atroz a la asfixia, sus pulmones ardían, mientras era la primera vez desde que todo había empezado que no podía controlar su miedo, no porque temiera morir, sino porque temía que ellos, Dario y Elena murieran sin ella.
Hizo un esfuerzo sobrehumano, pataleando con desesperación, y finalmente rompió la superficie,