Dario era un experto en combate cercano, así que sabía exactamente qué hacer, corrió agachado, esquivando el fuego enemigo, mientras el sonido de las balas cortaba las hojas de las vides y los racimos de uvas sobre su cabeza.
El dolor del golpe en su frente se había transformado en una rabia helada, mientras la sangre en su cien se secaba al contacto con el viento.
El primer hombre de Greco, muy agresivo, se acercó demasiado sin percatarse e la posición de Dario, él se deslizó con rapidez bajo una ráfaga, cargando el arma y con una patada rápida y brutal a la rodilla, lo hizo irse de bruces y comer el polvo.
Luego usando su propia pistola para inmovilizar al hombre, dejó caer dos disparos sobre él, uno en el hombro, otro en el pecho lateral, sin apuntar a órganos vitales, pero asegurando una hemorragia y un dolor insoportable.
El hombre cayó al suelo en medio de los gritos, y Dario supo que era uno menos.
El segundo atacante, sorprendido por la velocidad de Ferraro retrocedió y dispar