Mundo ficciónIniciar sesiónEl amanecer se filtró por la ventana, pintando las paredes del apartamento de un gris frío y acusador.
El aire estaba viciado con el rastro de la colonia de Dario, la seda arrugada y la electricidad de la adrenalina que se había convertido en algo más.
Luciana despertó primero, el recuerdo del último acto, feroz y desesperado, la golpeó con la fuerza de una condena eterna por el pecado mortal.
Había cedido, se había rendido a la llama del pecado, y el sabor de su boca aún era dulce y amargo, se levantó, el cuerpo dolorido, buscando la ducha como un intento desesperado por lavar no solo el sudor y el aroma de Dario, sino también la culpa.
Cuando salió, envuelta en una toalla, lo encontró sentado en la cama, con el rostro de piedra, se había vestido pero su alma aún estaba desnuda, el esmoquin de Alessandro Lombardi yacía en el suelo, como







