Marco sonrió cuando Elena le dio luz verde para tomarse un café con él y atacó directo a la yugular sabiendo que ella entendería el código que Dario le había dado.
— ¿Recuerdas ese lugar que tu padre amaba? Donde solía ir a leer ese viejo libro de poemas, ¿En dónde están las columnas torcidas?
Elena se quedó en silencio por un momento y el corazón le comenzó a latir con furia, ladeó la cabeza y se quedó pensando por un momento realmente sorprendida, hasta que asintió con lentitud y una sonrisa se dibujó en sus labios, ¡Dario!
Era un código que solo ella y su hermano entendían cuando querían verse sin que nadie más lo supiera, y las “columnas torcidas” eran la Chiesa di Sant'Ivo alla Sapienza, el Palacio de la Sabiduría en la Iglesia de San Ivo de la Sabiduría.
Elena sabía exactamente en donde estaba, lo había visitado con su padre y su hermano muchas veces en su niñez, y, aun ahora de adulta le traía mucha paz ir a ese lugar, lo relacionaba con la familia y le traía recuerdos de cuando