El amanecer sobre Luminaria no fue silencioso. El aire traía consigo un murmullo inquietante, como si las runas talladas en las murallas estuvieran susurrando advertencias en un idioma que solo las piedras entendían. Desde lo alto de la Torre de Cristal, el faro mágico lanzaba destellos pálidos, menos vivos que de costumbre, como si el propio corazón de la ciudad titilara de cansancio.
Amara estaba en el balcón del ala este, observando. Su capa negra se agitaba con el viento, revelando fugaces destellos de su vestido carmesí. No era solo la belleza de Luminaria lo que la retenía allí, sino el presentimiento de que algo —algo antiguo y paciente— se estaba moviendo entre las sombras.
Detrás de ella, Lykos apareció sin anunciarse, pero ella lo sintió antes de oírlo. El calor de su cuerpo contrastaba con el aire fresco de la madrugada.
—No has d