La noche había caído como un manto de terciopelo sobre Luminaria, cubriendo la costa con su abrazo oscuro y silencioso. Solo el murmullo constante del mar y el susurro del viento rompían el silencio, mientras las dos lunas gemelas colgaban bajas en el cielo, derramando una luz plateada y carmesí que bañaba todo con un brillo casi irreal.
La playa se había transformado en un anfiteatro natural, un escenario sagrado donde los pueblos que habitaban ese mundo se reunían para enfrentar juntos la amenaza que acechaba en las profundidades. Las antorchas dispuestas en espiral descendente formaban un sendero luminoso, como un río de fuego que fluía hacia la orilla, guiando a la criatura hacia un destino sellado con música y voluntad.
Los habitantes de Luminaria, humanos, lobunos y vampiros, estaban ahí, sus rostros iluminados por la luz temblorosa, reflejando una mezcla de esperanza y miedo. Los más jóvenes apretaban las manos de sus padres, sintiendo el peso de la historia y el futuro entrelaz