La entrada al núcleo del Abismo no era visible a simple vista. Se hallaba oculta entre las grietas más profundas del arrecife de obsidiana, donde la luz no alcanzaba y el tiempo parecía detenido. Solo quienes portaban el fragmento del Oráculo podían percibir el sendero oculto entre la piedra y el agua. Amara, guiando al grupo, lo encontró al colocar su palma sobre una marca ancestral en la roca. Esta brilló brevemente con un resplandor violeta, abriendo un corredor que descendía como un espiral sumergido.
El mar rugía al golpearse contra los acantilados, agitado como si percibiera la osadía de los intrusos. Incluso las criaturas marinas habían desaparecido de la zona; no quedaban peces, ni corales, ni canto de ballena. Solo un silencio viscoso y una presión creciente los acompañaban en la bajada.Amara, Lykos, Vania y Arik descendieron en fila, con sus trajes reforzados por las runas de protección, y cada paso hacía vibrar los sellos que llevaban sobre el pecho. El