Cuando cruzaron los límites del pueblo, exhaustos, con la ropa aún marcada por las cenizas del Abismo y las runas apagadas por el esfuerzo extremo, no esperaban encontrar lo que vieron. La escena los dejó sin aliento.
Toda la población se encontraba reunida en la plaza central, convertida en un océano de luces titilantes y símbolos de esperanza. Antorchas encendidas flanqueaban los caminos, globos de luz flotaban suavemente sobre las cabezas de la multitud, y estandartes de la alianza ondeaban al viento nocturno, en tonos carmesí, violeta y blanco.
Un silencio reverente se hizo cuando los cuatro héroes dieron el primer paso en dirección al altar central. La gobernadora humana, vestida con una túnic