La noche cayó como un manto de terciopelo sobre la costa, y bajo la Luna Carmesí, el faro se convirtió en el epicentro de un ritual sin precedentes. No era solo una ceremonia: era el renacimiento de una promesa forjada en batalla, sudor y sacrificio. Las tres razas —vampiros, lobos y humanos— se reunieron sin distinción, formando un círculo gigantesco que rodeaba por completo la colina del faro. El aire vibraba con una energía densa y esperanzadora.
Antorchas encendidas marcaban el perímetro del círculo, ardiendo con llamas moradas, rojas y blancas, reflejo de la alianza tripartita. Sobre el cielo despejado, pequeños cristales flotaban lentamente, suspendidos por magia ritual. Emitían una luz suave que iluminaba los rostros expectantes de los presentes. La bruma del mar se mantenía a raya, como si incluso la niebla su