Tres meses más. Noventa días donde el tiempo parecía escurrirse entre las manos como agua turbia. Pero a veces… solo a veces, traía esperanza.
Evelyn despertaba con más frecuencia, y su voz, aunque aún débil, comenzaba a emerger como un susurro que reclamaba su lugar en el mundo. Podía articular palabras simples, responder preguntas cortas. Sus ojos seguían siendo los mismos: profundos, inquisitivos… cargados de vida. Benjamín no se movía de su lado. Dormía en una silla junto a su cama, la tomaba de la mano incluso en sueños, como si al soltarla pudiera volver a perderla. Solo la dejaba cuando debía asistir a alguna reunión crítica en la Cueva, y aun así, solo lo hacía si uno de los gemelos o Olivia podían quedarse con ella. Lo demás… simplemente no era negociable.
El aire seguía denso, como cargado de electricidad antes de una tormenta. Las amenazas contra Benjamín no habían cesado. Al contrario, se multiplicaban. Algunas veladas, otras explícitas. Mensajes cifrados, advertencias sus