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Capítulo 2: Las alianzas más poderosas se forjan en la oscuridad.

Capítulo 2: Las alianzas más poderosas se forjan en la oscuridad.

Cinco años después

La lluvia caía como una sinfonía grave contra los ventanales del piso 89, donde la sala privada de Walton & Macmillan permanecía ajena al mundo exterior, ocultando secretos y revelando solo lo justo a quienes sabían mirar con atención. Las luces tenues dibujaban sombras alargadas sobre la mesa de madera italiana, pulida con el mismo esmero con el que se había construido cada detalle de la firma más influyente de Nueva York.

En esa noche reservada solo para los fundadores, cuatro figuras que se reunían en la penumbra, lejos de ojos curiosos y oídos traicioneros. Solo ellos… y el peso de lo que estaban por decidir.

James Macmillan y su esposa Charlotte, sentados frente a Anthony Walton y su esposa Isabella. Las copas de vino y coñac reposaban sobre la mesa, los portarretratos familiares parecían observar en silencio desde las paredes. Allí no había espacio para sonrisas vacías. Solo decisiones frías. Estratégicas.

Charlotte bebió un sorbo de vino tinto sin mirar a nadie. El silencio, más que incómodo, era ceremonioso. Solo los grandes pactos exigían esa quietud previa.

James, con sus ochenta años bien llevados y una mente aún afilada como un bisturí, tomó la palabra.

—La situación es insostenible —dijo James con voz grave—. Dylan Kirkland está reuniendo aliados. Si seguimos ignorando lo evidente, Walton & Macmillan caerá por culpa de un golpe interno.

Charlotte asintió en silencio. Lo había advertido desde hacía meses. Dylan, con su ambición sin escrúpulos, se había vuelto una amenaza seria. Había sido protegido de varios socios, y después de fundar su propia firma junto a Ian McKenzie, se creía con derecho a reclamar lo que no le correspondía.

—La muerte de Noah casi nos destruye. A Benjamín le quedo grande el puesto. Nuestros nietos son el futuro —dijo Anthony—. Pero separados, siguen siendo vulnerables. Olivia tiene la visión. Liam, el poder. Juntos, serían indestructibles.

—¿Y si se niegan? —preguntó Isabella, su voz suave, pero firme—. Se odian. No solo compitieron. Se detestan desde que eran niños.

—El odio puede volverse pasión, si se maneja bien —intervino Charlotte, bebiendo un sorbo de vino—. Y la pasión, con el tiempo, se transforma en compromiso. Lo que importa es sellar el pacto. Después, ellos se adaptarán.

James, sentado a su derecha, asintió en silencio. Tenía el ceño fruncido y los dedos entrelazados. En sus ojos, la fatiga del legado.

Charlotte deslizó una carpeta gruesa sobre la mesa. Dentro, el contrato prenupcial. Cláusulas. Acuerdos. Condiciones que dejaban claro que ese matrimonio no era más que una estructura de poder. Un imperio disfrazado de amor.

—Este matrimonio no es un capricho —añadió James—. Es una estrategia. La única que puede salvar a nuestra firma. Olivia y Liam no necesitan amarse. Solo deben entender que el enemigo está afuera… y que si no se unen, seremos destruidos desde dentro.

Anthony tomó el documento y lo hojeó en silencio. Sabía que era el camino correcto, aunque no el más fácil. Sabía que su hijo Benjamín no estaría de acuerdo con el pacto, conocía Bien su ambición.

Isabella abrió el expediente. Leyó en silencio. Cerró los ojos. Ella conocía a su nieta mejor que nadie. Sabía que Olivia jamás aceptaría una decisión impuesta. A menos que…

—¿Y si lo convertimos en una guerra que ella sienta que puede ganar?

Todos la miraron.

—Preséntenle el matrimonio como un desafío. Como una oportunidad para controlar la firma. Para demostrar que puede imponerse incluso dentro de un contrato.

Charlotte asintió lentamente.

Y Liam aceptaría… si se le presentaba como una oportunidad para vencer. Para demostrar que Olivia, al final, había sido “suya”.

—Si Liam no se casa con Olivia, Dylan podría aprovechar la oportunidad para desestabilizar todo lo que hemos construido —remató James—. Y lo perderemos todo.

El silencio volvió, esta vez más oscuro.

Una decisión así no se tomaba a la ligera. Era una jugada de ajedrez que alteraría no solo sus vidas, sino las de generaciones futuras.

—Organizaremos una cena —dijo Anthony finalmente—. Les diremos que se trata de una reunión familiar. Y ahí, les presentaremos el plan.

Charlotte observó la ciudad a través del ventanal. Las luces titilaban como promesas lejanas. Abajo, la ciudad seguía viva, ruidosa, feroz.

—Una alianza forzada puede convertirse en la más poderosa de todas —susurró—. Ellos lo entenderán. Tarde o temprano.

Y así, sin sangre ni espadas, pero con contratos y silencios, se selló el destino de dos rivales.

Y aunque ellos aún no lo sabían, esa unión escrita en mármol desataría una tormenta de deseo, traición y pasión que ningún contrato podría contener.

Porque cuando el fuego se encuentra con el hielo…

No hay cláusula que sobreviva.

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