Mundo ficciónIniciar sesiónLa puerta de la limusina se cerró con un sonido suave, casi un suspiro amortiguado. Afuera, la noche neoyorquina seguía vibrando, una sinfonía de luces, murmullos y reflejos que se deslizaban sobre el cristal tintado. Dentro, el silencio era distinto: espeso, tibio, hecho de respiraciones contenidas y miradas que no sabían a dónde dirigirse.
Sophie se acomodó en el asiento de cuero negro, con el vestido aún ceñido a la piel y la respiración un poco irregular. El aroma de Damien —una mezcla de madera, whisky y deseo— flotaba en el aire, tan tangible como el recuerdo del roce de su mano en el muslo durante la cena. El vehículo arrancó suavemente, y por un momento, solo se escuchó el murmullo lejano del tráfico.
Damien se sentó junto a ella, sin decir palabra. No era necesario. Bastaba la forma en que su cuerpo ocupaba el espacio, irradiando calor, autoridad, una







