Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl aroma del café recién hecho se mezclaba con el de pan tibio y frutas frescas. Sophie se envolvió en la camisa de Damien, blanca y demasiado grande para ella, que le caía hasta mitad del muslo. El tejido era suave, con ese olor tan suyo —madera, whisky y algo oscuro que no lograba definir—. Caminó descalza hasta llegar al comedor.
La mesa estaba servida con una precisión casi artística: dos platos grandes con huevos revueltos, tajadas de pan tostado que ella reconoció porque lo había hecho el día anterior y lo ha había subido anoche de la tienda y dos vasos llenos de zumo de naranja. La luz del amanecer entraba por los ventanales, bañando el espacio con un resplandor cálido que suavizaba todo el ambiente.
Damien estaba de espaldas, junto a la cafetera. Seguía en boxers sin ninguna vergüenza. El contraste de lo doméstico con su figura i







