Capítulo 67

El silencio que siguió fue denso, casi sagrado. La habitación respiraba con ellos, con el eco de sus jadeos que aún parecían flotar en el aire tibio. Sophie permanecía entre los brazos de Damien, con la cabeza apoyada en su pecho desnudo, escuchando el sonido de su corazón —fuerte, irregular, demasiado humano para el hombre que todos creían de acero.

Las luces de la ciudad se filtraban entre las cortinas, dibujando reflejos plateados sobre sus cuerpos entrelazados. Las sábanas estaban desordenadas, impregnadas del calor de lo que acababa de ocurrir. El olor a piel, a deseo, a algo nuevo y peligroso, lo envolvía todo.

Sintió cómo su respiración se calmaba poco a poco. La piel le ardía donde él la había tocado, y cada músculo parecía recordar sus manos, su boca, su peso sobre ella. No sabía si debía hablar, si debía moverse siq

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