Capítulo 47

Desde su refugio junto a una mesa alta de mármol, Sophie observó. Rachel se dirigió directamente a Damien, deslizándose entre el grupo de hombres con la facilidad de quien tiene un derecho adquirido. Puso una mano en el brazo de él, una caricia demasiado familiar, demasiado íntima. Damien no se apartó, pero Sophie, que conocía cada uno de sus gestos, vio cómo el músculo de su mandíbula se tensaba bajo la piel. No era enfado, era algo más profundo, una irritación contenida, la molestia de quien ve aparecer un fantasma del que prefería haberse olvidado.

—Qué sorpresa, Damien —oyó Sophie decir a Rachel con una voz melosa que no lograba ocultar una punta de acero—. No sabía que te gustaba mezclar negocios con… placer.

Sus ojos, de un verde gélido, se deslizaron hacia Sophie, evaluándola, desnudándola en un instante antes de volver a Damien.

—Rachel —la respuesta de Damien fue un bloque de hielo—. Siempre al tanto de los movimientos ajenos.

—Solo de los que me

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