El regreso al salón fue como entrar en una tormenta de flashes. Los reflectores se encendieron en cuanto Sophie y Damien cruzaron el umbral, haciéndola parpadear con violencia. La música, el murmullo de las conversaciones, los pasos sobre el mármol… todo se volvió un ruido lejano cuando las cámaras comenzaron a disparar sin piedad.
Sophie se tensó. El vestido que horas antes la había hecho sentir especial ahora parecía demasiado ajustado, demasiado revelador bajo tantas miradas. El calor subió por su piel, mezclando vergüenza y ansiedad.
Damien, en cambio, parecía moverse con una naturalidad arrogante que solo alguien como él podía dominar. Su traje negro impecable, la seguridad en su porte y esa sonrisa que destrozaba cualquier defensa lo convertían en el centro de atención. Su mano se deslizó con precisión hacia la cintura de Sophie, posesiva y protectora al mismo tiempo. La presión de sus dedos la ancló.
—Relájate —susurró contra su oído, sin dejar de mirar a