Capitulo 111

La camioneta negra cruzó lentamente la verja principal de la mansión. El sol de la tarde caía oblicuo sobre el jardín, bañando los rosales recién podados en tonos dorados y cálidos. El aire olía a pasto húmedo, a tierra removida, y a ese perfume dulce de las bugambilias que se trepaban por una de las pérgolas del patio lateral.

Emma bostezaba, con la mejilla aún pegada al costado de Ana Lucía, mientras el vehículo se detenía suavemente frente a la escalinata principal. Maximiliano apagó el motor y bajó primero. Luego abrió la puerta trasera y extendió la mano hacia su hija.

—Llegamos, princesa.

Emma parpadeó despacio, aún algo dormida, pero al ver el jardín reconocible y el sol de casa, sonrió con suavidad. Se abrazó al cuello de Ana Lucía con pereza y bajó entre los brazos de ella.

—¿Tuviste un buen día? —le preguntó Ana Lucía mientras caminaban hacia la entrada.

—Fue el mejor día del mundo —murmuró la niña, apoyando la cabeza en su hombro.

La puerta principal se abrió antes de que l
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