Capitulo 108

El auto se desplazaba con suavidad por la avenida bordeada de árboles altos cuyas ramas parecían entrelazarse por encima del camino, formando un túnel natural que filtraba la luz de la tarde. En el asiento trasero, Emma descansaba recostada sobre el pecho de Ana Lucía, con los párpados pesados y la piel aún un poco pálida, pero con la fiebre ya controlada. Los brazos de Ana Lucía la envolvían con delicadeza, acariciándole el cabello húmedo y suave, sintiendo el leve temblor de su respiración irregular.

Maximiliano, sentado a su lado, no apartaba la vista del rostro de su hija. Su expresión estaba tensa, casi contenida, como si llevara un nudo en la garganta desde hacía horas.

—Está dormida —susurró Ana Lucía, al notar que el pecho de la niña subía y bajaba en un ritmo más acompasado.

—Gracias a Dios —dijo él, con un suspiro cargado de culpa—. No debí permitir que esto llegara tan lejos…

Ana Lucía le tomó la mano, apretándola levemente. No hizo falta decir más. En ese gesto silencioso,
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