El sol del mediodía caía vertical sobre los jardines de la mansión Santillana, haciendo brillar las hojas húmedas tras el último riego. Dentro de la casa, Ana Lucía organizaba algunas de las tareas de la tarde, con la mente aún en la conversación que había tenido con Francisco esa mañana. Algo no terminaba de calzar… y la expresión de Emma al salir rumbo al colegio no se le iba de la cabeza.
El sonido del timbre principal la sacó de su concentración. Caminó hasta la puerta, limpiándose las manos con un paño de lino, y al abrir, se encontró con el chofer de confianza de Maximiliano.
—¿Todo bien?
—Señorita Ana Lucía, necesito que me acompañe de inmediato. El señor Maximiliano me pidió que la llevara a la clínica Santa Elena. La niña Emma está con fiebre.
El corazón de Ana se detuvo un segundo.
—¿Emma está enferma?
—Sí, señorita. Está en el colegio, pero el señor Maximiliano ya fue por ella. Nos pidió que la esperáramos allá.
Ana Lucía sintió un nudo formarse en su estómago. Tomó su bols