Capitulo 132

El cielo de la ciudad se cubría con un velo gris, espeso y bajo, como si las nubes quisieran aplastar las calles con su peso húmedo. El aire cargado de humedad olía a asfalto recién mojado por una llovizna temprana, y las gotas aún resbalaban perezosamente por los techos de los autos estacionados. Los charcos en las esquinas reflejaban las luces de los semáforos, distorsionadas por el viento que hacía vibrar las láminas sueltas de algún tejado. El murmullo de los autos en la avenida se mezclaba con el de las conversaciones apresuradas, voces que parecían disolverse en la marea de pasos apurados.

Ana Lucía salió por el portón de la universidad con los libros apretados contra su pecho. El borde de una carpeta le marcaba la piel a través del suéter, pero ni siquiera se dio cuenta. La mochila en su espalda le parecía más pesada que nunca; no por el peso real, sino por ese cansancio sordo que le había acompañado durante días, como si el cuerpo entero estuviera caminando bajo un peso invisi
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