Víctor
El casino Imperio era un desastre. Un maldito caos.
Las luces intermitentes de las patrullas y ambulancias teñían los escombros con destellos azules y rojos, reflejándose en los charcos de agua que los bomberos habían dejado atrás al extinguir las llamas. El olor a humo y pólvora aún flotaba en el aire, mezclándose con el hedor a sangre y metal caliente.
Las bajas eran devastadoras. Treinta y nueve de nuestros hombres muertos. Cuarenta vidas que se habían esfumado en medio de la reyerta. Cinco civiles fallecidos. Tres mujeres rescatadas con vida, aunque quién sabe en qué estado. Aparte de los que si pudieron salir bien.
Los Lobos de Hierro habían vuelto a ganar.
Apreté la mandíbula y avancé entre los restos de lo que una vez fue el casino más impenetrable de la ciudad. No quedaba mucho en pie. Pedazos de techo colgaban peligrosamente, cristales rotos cubrían el suelo, y el mármol antes impecable ahora estaba resquebrajado, cubierto de sangre y ceniza.
Llevaba la linterna en la