La noticia se expandió como pólvora encendida. La imagen de Aníbal Suárez en la portada de todos los diarios, con el titular que lo acusaba de haber negado un hijo ilegítimo, corría de boca en boca. En la mansión reinaba un caos silencioso, donde cada mirada cargaba sospechas y cada respiración parecía más pesada.
En el departamento de Juana, Greicy acababa de llegar, con el rostro descompuesto. Había salido huyendo de la mansión en cuanto supo del escándalo, buscando refugio en la única persona en la que confiaba: su madre.
—¡Mamá! —exclamó entrando de golpe—. Dime que no es cierto lo que están diciendo de papá.
Juana, que aún tenía el rostro cansado por la larga conversación con Aníbal, se quedó unos segundos en silencio. Finalmente, suspiró y la hizo sentarse.
—Greeicy, escúchame bien. Tu padre no sabía nada. Antes de casarse con Amalia… él amó a otra mujer, una mujer humilde, noble, con la que pensó tener un futuro. Esa mujer desapareció de pronto, y él nunca volvió a saber de ell