95. El mensajero de la frontera
La mañana en Cárselin despertaba con lentitud.
Las ramas crujían con la brisa, y el aroma de leña recién encendida se esparcía entre las casas de piedra y musgo. Kiara llevaba una cesta entre las manos mientras Raven afilaba un cuchillo de caza. Sus movimientos eran suaves, concentrados, como si cada tarea cotidiana tuviera un significado más allá de su utilidad.
-- Hoy no me vas a ganar cortando raíces -- dijo Kiara, mirándolo de reojo.
-- No compito si sé que voy a perder -- respondió él, sin apartar la vista del filo.
-- Vaya... qué humilde. --
-- Qué honesto. --
Kiara sonrió. Se acercó a él, se inclinó y dejó un beso breve en su mejilla. Fue en ese instante cuando el viento cambió.
Raven se tensó.
No fue un sonido. Ni un olor específico. Fue una vibración. Una alteración invisible en el aire, como si algo no perteneciera a esa quietud. Se levantó de inmediato, dejando el cuchillo a un lado.
-- ¿Lo sentiste...? -- murmuró Kiara, alerta también.
-- Algo se acerca. No es del bosque.