El campus universitario de Umbra Noctis se encontraba en su apogeo aquella mañana. Los estudiantes se apresuraban entre los edificios, intercambiando bromas y risas mientras las primeras luces del día iluminaban los árboles que rodeaban el campus. Ailén, Raven y Liora caminaban juntos, disfrutando de la tranquilidad antes de que las clases comenzaran.
Ailén, con su mochila colgada sobre el hombro, observaba con atención todo lo que la rodeaba. A pesar de que su vida había estado marcada por secretos y oscuridad, el ambiente universitario le ofrecía una sensación de normalidad. Se sentía conectada con la humanidad común, alejada de las tensiones sobrenaturales que la acechaban.
Raven, por su parte, caminaba cerca de ella, siempre alerta. Su rol como Alpha de la manada lo mantenía en un estado constante de vigilancia, pero también sentía que cada vez que estaba cerca de Ailén, algo dentro de él se calmaba. Había algo en ella que lo ataba de forma inexplicable, y su instinto le decía que debía protegerla, sin importar las consecuencias.
Liora, más tranquila y con una mirada introspectiva, observaba a los dos. Aunque sus pensamientos estaban centrados en la profecía y el futuro incierto que les esperaba, no podía evitar disfrutar de estos momentos de calma. La cercanía de Ailén y Raven era algo que había aceptado, pero aún no comprendía por completo el alcance de lo que significaba.
Esa tarde, cuando las clases terminaron, Raven se dirigió a un lugar apartado en el campus, un viejo gimnasio abandonado que usaba para entrenamientos y reuniones secretas. Sabía que la manada quería hablar con él, y que la reunión sería inevitable.
Al llegar, se encontró con Garrick, el segundo al mando, quien lo esperaba en el centro del gimnasio. La tensión en el aire era palpable.
-- ¿Qué pasa, Garrick? -- preguntó Raven, cruzando los brazos y observando a los miembros de la manada que se encontraban dispersos en la sala, mirando con desconfianza.
-- Raven, esto tiene que parar, -- dijo Garrick, su voz grave. -- Tu cercanía con Ailén está poniendo en peligro a toda la manada. Sabes que la presencia de un humano tan cerca de nosotros puede desestabilizar todo. --
Los demás miembros de la manada asintieron, murmurando entre sí. Raven frunció el ceño, su mandíbula apretada.
-- Ailén no es cualquier humana -- replicó Raven, su voz dura. -- Hay algo en ella, algo más grande que todos nosotros. No voy a abandonarla. --
Garrick dio un paso adelante, su mirada llena de preocupación.
-- Lo sabes, ¿verdad? Hay fuerzas que se están despertando. La Luna Roja... todo está conectado. No podemos permitirnos ser vulnerables. ¿Qué pasará si nos descubren? Si nos ven actuando como si fuéramos una manada normal, los humanos comenzarán a preguntarse. --
Raven se sintió atrapado entre sus responsabilidades como Alpha y sus sentimientos hacia Ailén. Sabía que Garrick tenía razón. La manada necesitaba seguridad, y Ailén era un riesgo, no solo para él, sino para todos. Pero su instinto le decía lo contrario, que debía protegerla a toda costa.
-- No la voy a abandonar -- repitió, con firmeza. -- Si la manada no puede aceptarlo, entonces tendremos que hacer esto a mi manera. --
El ambiente en el gimnasio se volvió aún más tenso. Los miembros de la manada murmuraban entre sí, algunos con caras de desaprobación, otros con miedo.
Garrick suspiró, sabiendo que la situación estaba fuera de su control.
-- Esto no terminará bien, Raven -- dijo Garrick con una mirada sombría. -- Si sigues así, pronto todos nos veremos atrapados en este juego peligroso. --
Más tarde
Raven salió del gimnasio con el peso de la conversación aún en su mente. Sabía que la manada no lo aceptaría por mucho tiempo. Su lealtad a Ailén era más fuerte que cualquier mandato o tradición. Pero también sabía que, si la manada lo abandonaba, estaría completamente solo en este camino.
Cuando regresó al campus, buscó a Ailén y Liora, deseando encontrar algo de paz en su compañía. En cuanto vio a Ailén, una extraña calma lo envolvió. Ella le sonrió al verlo, ajena a la tormenta que se desataba en su interior.
Ailén notó que su rostro estaba tenso, y se acercó a él con una expresión preocupada.
-- ¿Estás bien? -- preguntó, suavemente.
Raven asintió, aunque no podía ocultar la duda en sus ojos.
-- Sí, solo... es complicado. -- Su voz estaba cargada de conflicto interno. -- No sé cuánto tiempo más podré equilibrar esto. --
Liora, que había estado observando en silencio, se acercó también, poniéndose a su lado.
-- Es difícil, Raven -- dijo Liora, con comprensión. -- La manada no va a entender tu conexión con Ailén, al menos no por ahora. --
Ailén miró a Raven, su mirada llena de compasión.
-- No tienes que hacer esto solo -- le dijo, poniendo una mano sobre su hombro. -- Si tienes que luchar, lo haremos juntos. --
Raven la miró, sintiendo una oleada de gratitud. Aunque la situación era compleja, había algo en su cercanía que lo hacía sentir más fuerte.
El viento soplaba con una crudeza inusual esa noche, arrastrando consigo el murmullo de las hojas secas que crujían bajo las botas de Raven. La luna, apenas una franja delgada entre las nubes, parecía observarlo con una mirada esquiva. A lo lejos, las luces del campus universitario parpadeaban como faroles en medio del mar, pero él ya se había internado demasiado en la espesura del bosque como para regresar.Su respiración era controlada, apenas un susurro entre los árboles. Su oído, agudo incluso en forma humana, captaba el leve crujir de ramas que no deberían haberse movido. Estaba siendo seguido. Lo sabía. Lo sentía.La manada había sido clara: los signos eran demasiado evidentes para ignorarlos. Olores ajenos, huellas deformadas, energía densa entre los árboles. Alguien había llegado a Umbra Noctis. Y no eran bienvenidos.-- ¿Qué buscas aquí? -- murmuró Raven, su voz apenas más fuerte que el viento, dirigiéndose al vacío de la arboleda.Silencio.Luego, una figura emergió de entre
La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Ailén con una calidez tranquila. Sin embargo, esa sensación de calma fue quebrada por un sonido inesperado: la ventana de su habitación se abrió de golpe, dejando entrar un aire fresco y un susurro en el viento.Raven apareció de repente, como si la realidad misma le hubiera permitido atravesar los límites de lo imposible. Se deslizó dentro de la habitación como una sombra, y antes de que Ailén pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, observándola con una mirada cargada de misterio.-- Te preocupas mucho por mí, ¿verdad? -- dijo Ailén, aún medio adormilada, con una sonrisa irónica en los labios.-- Solo me aseguraba de que tu noche no fuera demasiado solitaria -- respondió Raven, una leve sonrisa cruzando su rostro. No podía negar que sentía una necesidad de protegerla, de estar cerca. Algo dentro de él se despertaba cada vez que la veía, y aunque no entendía del todo qué era, no podía ignor
La noche había caído como un velo de incertidumbre sobre Umbra Noctis. Las luces de la ciudad apenas lograban disipar la densa neblina que se arrastraba por las calles como una advertencia silenciosa. En los callejones más oscuros, lejos de los ojos humanos, las antiguas tensiones volvían a resurgir.Raven olía la sangre en el aire antes de escuchar el primer paso. Su manada estaba en alerta, sus sentidos afilados. Frente a ellos, bajo el brillo tenue de una farola rota, tres figuras emergieron de la penumbra. Vestían con elegancia, pero sus rostros eran pálidos, inhumanos. Los vampiros.-- ¿Qué hacen aquí? -- preguntó Raven con la voz tensa, su mirada fija en el del centro, un hombre de ojos carmesí con una sonrisa sarcástica dibujada en el rostro.-- Venimos a por respuestas -- dijo el vampiro, dando un paso al frente --. Algo se está moviendo en la superficie. Algo que ustedes intentan ocultar. --La manada se colocó tras Raven. Uno de ellos gruñó bajo la garganta.-- No tienen der
Seis meses en el futuro…La noche había caído sobre Umbra Noctis, pero el silencio que normalmente reinaba en la ciudad se sentía extraño, como si algo estuviera esperando. Ailén y Raven se encontraban en un rincón apartado del bosque, donde la luna roja iluminaba tenuemente el paisaje. Estaban solos, aislados del mundo, y parecía que el destino les había brindado un momento de paz, una oportunidad para hablar de lo que sentían, para explorar lo que había estado creciendo entre ellos en silencio.La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, un magnetismo entre ellos que ni siquiera el viento podía romper. Ailén respiró hondo, sintiendo el peso de sus pensamientos, mientras observaba a Raven. Había algo en su mirada, algo en la manera en que la observaba, que le hacía preguntarse si realmente entendería lo que había dentro de ella, lo que estaba a punto de suceder.Raven, por su parte, no podía dejar de mirarla. Sabía que algo no estaba bien, que había algo más profundo que ell
En la actualidad…Ailén MoreauDesde que tengo memoria, siempre supe que había algo... distinto en mí. No era algo que pudiera señalar frente al espejo o explicar con palabras claras. Era una sensación persistente, como un murmullo en el fondo de mi alma, una vibración leve pero constante, como si el mundo, tal y como lo conocía, escondiera un velo que solo yo intuía, aunque nunca pudiera levantarlo.Mi infancia fue, a ojos de cualquiera, perfectamente normal. Crecí en un pequeño pueblo rodeado de bosques y ríos, un lugar donde cada rostro era familiar y cada secreto, compartido en susurros entre vecinos. Mis padres, Lissette y Gérard Moreau, eran personas amorosas pero discretas, como si siempre llevaran el peso de historias no contadas en sus miradas. Nunca me prohibieron explorar, pero sus advertencias siempre tenían un tono de gravedad que me dejaba más preguntas que respuestas.Yo siempre tan pequeña y curiosa, pasaba las tardes corriendo entre los árboles, recogiendo hojas extra
Raven DélacroixHabía aprendido a convivir con el peso de lo que soy. Lo había aceptado desde que tengo memoria, como una segunda piel, como una sombra que jamás me abandona. Pero esta noche... esta noche todo ardía distinto bajo mi piel.La luna no era plena, pero su luz atravesaba el follaje con un filo casi profético. Había algo en el aire, un susurro antiguo, un presagio, quizás. Y yo lo sentía en los huesos.Me detuve en la loma que bordeaba la ciudad. Desde allí podía ver las luces mortecinas que titilaban entre los edificios, como luciérnagas atrapadas en jaulas de concreto. Mi respiración era lenta, medida, aunque por dentro todo se revolvía. Cada paso que daba hacia ese lugar donde sabía que estaría ella era una traición a la calma que fingía tener.Ailén.Su nombre sabía a tormenta en mi mente.Había pasado toda una vida conviviendo con ella sin dejar que mis secretos rozaran su mundo. Ella, tan brillante, tan humana. Tan ignorante de las sombras que la rodeaban.-- ¿Por qué
Liora ValenhardtDesde pequeña aprendí a distinguir entre lo que debía decir… y lo que debía callar.Mi madre, una bruja de la estirpe antigua, me enseñó que las verdades más poderosas no se lanzan al viento. Se protegen, se guardan, se vigilan como si fueran fuego vivo. Tal vez por eso siempre he sido la sombra detrás de Ailén. Su escudo invisible. Su voz no dicha.Y esta noche… esta noche algo ha cambiado.Sentí la vibración antes de que sucediera. Una corriente sutil, casi imperceptible para los humanos comunes, me recorrió la columna vertebral como un soplo antiguo. La magia rara vez se manifiesta sin razón. Y esta vez, no era solo magia.Era destino.El mismo destino que he intentado evitar desde que supe la verdad sobre Ailén. Desde que leí su nombre en las páginas prohibidas del grimorio familiar. Desde que vi, en sueños rotos y profecías fragmentadas, que su sangre podría despertar la luna roja… o destruirnos a todos.Ella no lo sabe. No todavía.Y, por los dioses, ojalá nunca
La noche aún se aferraba al cielo de Umbra Noctis con dedos de sombra, cubriendo el bosque con un velo denso y plateado. Las estrellas parecían haberse retraído, cediendo todo el protagonismo a la Luna Roja, que brillaba sobre la arboleda con un fulgor inquietante. Un aire húmedo y expectante lo envolvía todo, como si la tierra contuviera el aliento.Ailén caminaba por el sendero de tierra apisonada que bordeaba el bosque. Su paso era lento, inseguro, como si temiera que el suelo cediera bajo sus pies. Llevaba la chaqueta de lana cruzada sobre el pecho, pero no era el frío lo que la hacía temblar.Pensaba en Raven. En su mirada profunda y distante, en cómo sus palabras parecían siempre contener un significado oculto. Había algo en él que la perturbaba, algo que no sabía si temer o buscar con desesperación. Sentía ese extraño calor bajo la piel cada vez que él estaba cerca, como si una corriente eléctrica invisible los uniera.-- ¿Por qué te siento así? -- susurró para sí, apretando la