8. La sombra en el Bosque

La noche era más densa que nunca. El aire, impregnado de humedad, parecía pesar sobre el alma de Raven como una carga invisible. Avanzó entre los árboles, los ojos clavados en la figura que se deslizaba en la penumbra. No la veía con claridad, pero la sentía. Era como una sombra viva, un susurro del destino que había estado aguardando pacientemente en los márgenes de su vida.

El viento traía consigo un aroma extraño, algo antiguo y familiar, como si el bosque mismo estuviera respirando sus secretos. Las hojas crujían suavemente bajo sus botas, y su respiración era la única cosa que rompía el silencio sepulcral.

La figura avanzaba con una gracia perturbadora, moviéndose entre los troncos como si fuera parte de la misma oscuridad que la envolvía. No podía ver su rostro, pero el aire que la rodeaba parecía vibrar, lleno de una tensión casi palpable. No era una presencia amigable, ni humana. Raven lo sabía.

Su corazón latió más rápido, no por miedo, sino por la certeza de que algo trascendental estaba por suceder.

El Alpha se detuvo, sus ojos ahora fijos en el contorno de la figura que se aproximaba. La sombra parecía detenerse también, como si sintiera la mirada penetrante de Raven.

Un suspiro. Y entonces, un susurro apenas audible alcanzó sus oídos.

-- Te esperaba. --

La voz era baja, cargada de una sensación de inevitabilidad. No era una voz que hubiera escuchado antes, pero tenía un eco en su mente que lo ponía incómodo. Como si la conociera desde algún lugar lejano, una voz de otro tiempo. Una voz que lo llamaba.

Raven, con una calma forzada, habló en un tono controlado:

-- ¿Quién eres? --

La figura permaneció en las sombras, la silueta distorsionada por la neblina que comenzaba a formarse a su alrededor. Sus ojos brillaron en la oscuridad, pero no eran ojos humanos. Eran dos espejos rotos, reflejando un caos primordial.

-- No soy nadie, y a la vez soy todos. --

Raven dio un paso hacia adelante, su postura alerta. Los músculos de su cuerpo se tensaron, listos para la acción. Pero algo en esa presencia lo contenía. Como si hubiera algo que no podía comprender del todo, algo que no debía desatar.

-- ¿Qué deseas de mí? -- preguntó, su voz firme, pero con un atisbo de duda.

La figura avanzó un paso. Los árboles parecieron inclinarse levemente hacia ella, como si reconocieran su poder. El aire se volvió pesado, y Raven sintió la presión de la Luna Roja, un peso sobre su pecho que lo hacía sentir que algo más grande que él estaba en juego.

-- El linaje que llevas. La maldición que te acompaña. Todo está entrelazado, Raven. Tú no eres el único que busca respuestas. --

Raven frunció el ceño, sus ojos se estrecharon mientras observaba a la figura. ¿Quién podía saber tan profundamente sobre su linaje? ¿Sobre la conexión con Ailén? Algo dentro de él, algo salvaje, comenzó a despertar, una furia contenida que solo podía ser calificada como el deseo de proteger.

-- Si vienes a amenazarme... -- comenzó a decir, pero la figura lo interrumpió.

-- No vengo a amenazarte. Vengo a advertirte. -- La voz se volvió más clara, más penetrante. -- Si sigues el camino de la Luna Roja, si sigues protegiendo a la chica, perderás más que tu humanidad. Perderás el alma que te queda. --

El aire se heló. Raven sintió un estremecimiento recorrer su espina dorsal. No era una amenaza vacía. La figura hablaba con la certeza de alguien que sabía lo que estaba diciendo. Pero había algo más en sus palabras, algo que tocó una fibra sensible dentro de él.

-- ¿Por qué? -- susurró Raven, casi por impulso. -- ¿Por qué yo? ¿Por qué Ailén? --

La figura se inclinó ligeramente, como si lo mirara con una pena que solo los inmortales podrían conocer.

-- Porque el linaje que has heredado no solo te da fuerza, Raven. También te condena. Y si no actúas con sabiduría, el sacrificio será mucho mayor que tu vida. --

Una ráfaga de viento agitó los árboles, y cuando Raven volvió a mirar hacia el lugar donde estaba la figura, ésta ya no estaba. La sombra se había desvanecido como un sueño roto, como un eco perdido en la niebla.

Raven se quedó inmóvil, con el eco de las palabras resonando en su mente. Algo dentro de él, algo profundo y primordial, se había despertado. Y ya no podía ignorarlo.

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