El viento soplaba con una crudeza inusual esa noche, arrastrando consigo el murmullo de las hojas secas que crujían bajo las botas de Raven. La luna, apenas una franja delgada entre las nubes, parecía observarlo con una mirada esquiva. A lo lejos, las luces del campus universitario parpadeaban como faroles en medio del mar, pero él ya se había internado demasiado en la espesura del bosque como para regresar.
Su respiración era controlada, apenas un susurro entre los árboles. Su oído, agudo incluso en forma humana, captaba el leve crujir de ramas que no deberían haberse movido. Estaba siendo seguido. Lo sabía. Lo sentía.
La manada había sido clara: los signos eran demasiado evidentes para ignorarlos. Olores ajenos, huellas deformadas, energía densa entre los árboles. Alguien había llegado a Umbra Noctis. Y no eran bienvenidos.
-- ¿Qué buscas aquí? -- murmuró Raven, su voz apenas más fuerte que el viento, dirigiéndose al vacío de la arboleda.
Silencio.
Luego, una figura emergió de entre los troncos, como si hubiese estado fundida en las sombras. Era alto, delgado, vestido con una túnica oscura que parecía beberse la luz. Un colgante en forma de daga pendía de su cuello. Su rostro estaba parcialmente cubierto por una máscara de metal forjado, decorada con símbolos arcanos. Su sola presencia erizaba el aire.
-- Has cuidado bien a la descendiente -- dijo con voz seca, como si cada palabra desgarrara el aire --. Pero el tiempo del ocultamiento ha terminado. --
Raven entrecerró los ojos. Su cuerpo entero se tensó. El lobo dentro de él se agitaba, rugiendo por salir.
-- ¿Quién eres? --
-- Uno que guarda la sangre y el equilibrio. Un Vigía. --
Raven dio un paso adelante, el suelo crujió bajo su peso.
-- Si vienes a hacerle daño, no vas a salir de este bosque. --
El Vigía inclinó ligeramente la cabeza.
-- No vengo a hacer daño... aún. Pero tu cercanía con ella acelera la caída del velo. Estás entorpeciendo lo que debe cumplirse. --
-- ¿Qué debe cumplirse? --
-- La Marca se revelará. Y cuando lo haga, la sangre de la Luna correrá. No puedes detener lo inevitable, lobo. --
Raven gruñó. Sus ojos brillaron con un tono dorado. La transformación pugnaba por salir, pero se contuvo. Todavía.
-- ¿Están ustedes detrás de las marcas en el campus? ¿Las amenazas? --
-- Observamos. Advertimos. No atacamos... salvo que sea necesario. --
El lobo dio un paso más, esta vez más agresivo.
-- Tienen nombres. Tienen rostros. Si vuelves a acercarte a ella... --
-- ¿La protegerás? -- interrumpió el Vigía, con un tono casi divertido -- ¿Protegerás a la portadora de la ruina? --
El silencio cayó entre ellos como una sentencia.
De pronto, el Vigía alzó una mano y un pequeño sello brilló en el aire entre ambos. Era un símbolo circular, como un eclipse manchado de rojo. Lo proyectó hacia el suelo entre ellos. La tierra se agrietó al contacto.
-- La Marca se ha activado -- dijo él --. Ahora están todos advertidos. --
Sin decir más, giró sobre sí mismo y se desvaneció entre los árboles como si nunca hubiese estado allí.
Momentos más tarde
El viento frío acariciaba el rostro de Raven mientras avanzaba por el oscuro bosque, sus pasos calculados y firmes. La sensación de ser observado lo acechaba como una sombra, sin importar cuán profunda fuera la oscuridad que lo rodeaba. Los árboles crujían a su alrededor, pero nada de lo que ocurría en la naturaleza parecía perturbarlo tanto como la tensión que sentía en su pecho. No era miedo, no exactamente, sino la constante amenaza que se cernía sobre la única persona que lo mantenía anclado al mundo humano: Ailén.
La conversación con el Vigía todavía resonaba en su mente. Los Vigías de la Sangre no eran una organización que se tomara a la ligera, y mucho menos sus palabras. Habían hablado de la profecía, de la sangre de la Luna Roja, de un destino inevitable. Pero para Raven, nada de eso tenía peso. Ninguna maldición, ni sangre, ni profecía podría separar lo que ya sentía por ella. No lo permitiría.
Al llegar al borde del bosque, vio la figura de Liora, que lo esperaba a la distancia. La luz de la luna iluminaba su rostro, un reflejo tenue, pero reconocible. Había algo en sus ojos que delataba la preocupación, algo que Raven no esperaba en ella.
-- ¿Todo bien? -- preguntó Liora, acercándose.
Raven asintió, aunque no estaba tan seguro de lo que acababa de vivir. El Vigía había desaparecido sin más, pero las palabras seguían marcadas en su mente.
-- Creo que tenemos un problema -- dijo, su tono grave. -- Ellos están más cerca de lo que pensábamos. No sé qué buscan exactamente, pero si siguen viniendo, no sé cuánto más podré protegerla. --
Liora lo miró fijamente, con una mirada cargada de comprensión.
-- Lo protegerás, Raven. Sé que lo harás. --
El aliento de Raven se volvió más pesado. No estaba seguro si quería que Liora tuviera razón. Si el destino estaba por cumplirse, él no podía permitir que Ailén se viera atrapada en él.
-- No estoy dispuesto a que ella se convierta en una pieza más en su juego. No lo permitiré. --
Liora suspiró, acercándose un poco más.
-- A veces, el amor y el destino se cruzan de formas que no podemos controlar. --
Raven la miró, sintiendo una extraña mezcla de frustración y gratitud. No quería hablar más de la profecía, no ahora. No mientras Ailén seguía siendo el centro de su mundo.
De repente, una suave brisa se levantó, y en el horizonte, Raven vio una figura familiar caminando en su dirección. Ailén.
-- Ella... -- murmuró, más para sí mismo que para Liora. -- Ella es la única razón por la que respiro. No importa lo que los Vigías digan, ni lo que los demás quieran. Yo la protegeré, cueste lo que cueste. --
Liora lo miró un momento, y luego asintió lentamente.
-- Lo sé. Solo ten cuidado. No todo es lo que parece, y no todos los enemigos son visibles. --
Raven no respondió. En ese instante, su atención ya estaba en Ailén, que se acercaba con una sonrisa. Ella, ajena a las sombras que la rodeaban, siempre caminaba con esa luz en su ser. Y él, siempre dispuesto a protegerla, no podía dejar de preguntarse si estaba siendo demasiado cauteloso, o si realmente había algo más de lo que debía preocuparse.
Ailén llegó junto a ellos, su presencia fresca y radiante en la penumbra del bosque.
-- ¿Todo bien? -- preguntó, mirando a ambos con una leve sonrisa.
-- Todo bajo control -- respondió Raven, sin dejar de mirarla. La cercanía con ella le hizo olvidar momentáneamente las amenazas. El mundo parecía desvanecerse cuando la tenía cerca.
Liora asintió, aunque sabía que las palabras no podían tranquilizar al lobo que caminaba en sus entrañas.
-- Solo, mantente alerta. No sabemos quién más nos está observando. --
Ailén frunció el ceño, pero no dijo nada. Sabía que algo estaba ocurriendo, algo que no lograba comprender por completo, pero que estaba sucediendo a su alrededor. No lo entendía todo, pero confiaba en Raven, como siempre lo había hecho.
-- Vamos, ¿por qué no vamos a tomar un helado? -- sugirió Ailén, cambiando de tema. -- Necesito despejarme un poco.
Raven no pudo evitar sonreír ante la simpleza de la propuesta, pero también se sintió aliviado. Aquella pequeña muestra de normalidad entre tanta oscuridad era todo lo que necesitaba en ese momento. No podía controlar lo que los Vigías hacían o dejaban de hacer, pero sí podía disfrutar de esos momentos con ella.
-- Me parece perfecto. -- Dijo con voz suave. -- ¿Tú qué opinas, Liora? --
Liora no pudo evitar sonreír ante el cambio de tono en la conversación.
-- Yo prefiero que lo hagan ustedes. Yo tengo cosas que hacer. --
Raven y Ailén intercambiaron una mirada cómplice y luego se adentraron en el camino hacia el pequeño café del campus. El aire frío se volvía más agradable a medida que caminaban juntos, y aunque las sombras seguían acechando, parecía que, por un momento, solo existían ellos dos en el mundo.
Mientras avanzaban, Raven dejó caer su brazo alrededor de los hombros de Ailén, sin pensarlo. Ella se tensó al principio, pero luego se relajó, sonriendo ligeramente.
-- ¿Sabes, Ailén? -- murmuró Raven, su voz baja y cálida. -- No importa lo que pase, siempre estaré a tu lado. --
Ailén lo miró, sorprendida, pero también con un destello de algo más en sus ojos, algo que Raven no pudo identificar, pero que lo hizo sentir como si el destino, por fin, estuviera cediendo un poco a su favor.
-- Lo sé, Raven. Yo también te lo prometo. --
Y mientras caminaban hacia el café, en el aire flotaba una sensación, una promesa muda entre ellos. La de un amor que podría ser tan fuerte como las amenazas que los acechaban, y tal vez, incluso más.
La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Ailén con una calidez tranquila. Sin embargo, esa sensación de calma fue quebrada por un sonido inesperado: la ventana de su habitación se abrió de golpe, dejando entrar un aire fresco y un susurro en el viento.Raven apareció de repente, como si la realidad misma le hubiera permitido atravesar los límites de lo imposible. Se deslizó dentro de la habitación como una sombra, y antes de que Ailén pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, observándola con una mirada cargada de misterio.-- Te preocupas mucho por mí, ¿verdad? -- dijo Ailén, aún medio adormilada, con una sonrisa irónica en los labios.-- Solo me aseguraba de que tu noche no fuera demasiado solitaria -- respondió Raven, una leve sonrisa cruzando su rostro. No podía negar que sentía una necesidad de protegerla, de estar cerca. Algo dentro de él se despertaba cada vez que la veía, y aunque no entendía del todo qué era, no podía ignor
La noche había caído como un velo de incertidumbre sobre Umbra Noctis. Las luces de la ciudad apenas lograban disipar la densa neblina que se arrastraba por las calles como una advertencia silenciosa. En los callejones más oscuros, lejos de los ojos humanos, las antiguas tensiones volvían a resurgir.Raven olía la sangre en el aire antes de escuchar el primer paso. Su manada estaba en alerta, sus sentidos afilados. Frente a ellos, bajo el brillo tenue de una farola rota, tres figuras emergieron de la penumbra. Vestían con elegancia, pero sus rostros eran pálidos, inhumanos. Los vampiros.-- ¿Qué hacen aquí? -- preguntó Raven con la voz tensa, su mirada fija en el del centro, un hombre de ojos carmesí con una sonrisa sarcástica dibujada en el rostro.-- Venimos a por respuestas -- dijo el vampiro, dando un paso al frente --. Algo se está moviendo en la superficie. Algo que ustedes intentan ocultar. --La manada se colocó tras Raven. Uno de ellos gruñó bajo la garganta.-- No tienen der
Seis meses en el futuro…La noche había caído sobre Umbra Noctis, pero el silencio que normalmente reinaba en la ciudad se sentía extraño, como si algo estuviera esperando. Ailén y Raven se encontraban en un rincón apartado del bosque, donde la luna roja iluminaba tenuemente el paisaje. Estaban solos, aislados del mundo, y parecía que el destino les había brindado un momento de paz, una oportunidad para hablar de lo que sentían, para explorar lo que había estado creciendo entre ellos en silencio.La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, un magnetismo entre ellos que ni siquiera el viento podía romper. Ailén respiró hondo, sintiendo el peso de sus pensamientos, mientras observaba a Raven. Había algo en su mirada, algo en la manera en que la observaba, que le hacía preguntarse si realmente entendería lo que había dentro de ella, lo que estaba a punto de suceder.Raven, por su parte, no podía dejar de mirarla. Sabía que algo no estaba bien, que había algo más profundo que ell
En la actualidad…Ailén MoreauDesde que tengo memoria, siempre supe que había algo... distinto en mí. No era algo que pudiera señalar frente al espejo o explicar con palabras claras. Era una sensación persistente, como un murmullo en el fondo de mi alma, una vibración leve pero constante, como si el mundo, tal y como lo conocía, escondiera un velo que solo yo intuía, aunque nunca pudiera levantarlo.Mi infancia fue, a ojos de cualquiera, perfectamente normal. Crecí en un pequeño pueblo rodeado de bosques y ríos, un lugar donde cada rostro era familiar y cada secreto, compartido en susurros entre vecinos. Mis padres, Lissette y Gérard Moreau, eran personas amorosas pero discretas, como si siempre llevaran el peso de historias no contadas en sus miradas. Nunca me prohibieron explorar, pero sus advertencias siempre tenían un tono de gravedad que me dejaba más preguntas que respuestas.Yo siempre tan pequeña y curiosa, pasaba las tardes corriendo entre los árboles, recogiendo hojas extra
Raven DélacroixHabía aprendido a convivir con el peso de lo que soy. Lo había aceptado desde que tengo memoria, como una segunda piel, como una sombra que jamás me abandona. Pero esta noche... esta noche todo ardía distinto bajo mi piel.La luna no era plena, pero su luz atravesaba el follaje con un filo casi profético. Había algo en el aire, un susurro antiguo, un presagio, quizás. Y yo lo sentía en los huesos.Me detuve en la loma que bordeaba la ciudad. Desde allí podía ver las luces mortecinas que titilaban entre los edificios, como luciérnagas atrapadas en jaulas de concreto. Mi respiración era lenta, medida, aunque por dentro todo se revolvía. Cada paso que daba hacia ese lugar donde sabía que estaría ella era una traición a la calma que fingía tener.Ailén.Su nombre sabía a tormenta en mi mente.Había pasado toda una vida conviviendo con ella sin dejar que mis secretos rozaran su mundo. Ella, tan brillante, tan humana. Tan ignorante de las sombras que la rodeaban.-- ¿Por qué
Liora ValenhardtDesde pequeña aprendí a distinguir entre lo que debía decir… y lo que debía callar.Mi madre, una bruja de la estirpe antigua, me enseñó que las verdades más poderosas no se lanzan al viento. Se protegen, se guardan, se vigilan como si fueran fuego vivo. Tal vez por eso siempre he sido la sombra detrás de Ailén. Su escudo invisible. Su voz no dicha.Y esta noche… esta noche algo ha cambiado.Sentí la vibración antes de que sucediera. Una corriente sutil, casi imperceptible para los humanos comunes, me recorrió la columna vertebral como un soplo antiguo. La magia rara vez se manifiesta sin razón. Y esta vez, no era solo magia.Era destino.El mismo destino que he intentado evitar desde que supe la verdad sobre Ailén. Desde que leí su nombre en las páginas prohibidas del grimorio familiar. Desde que vi, en sueños rotos y profecías fragmentadas, que su sangre podría despertar la luna roja… o destruirnos a todos.Ella no lo sabe. No todavía.Y, por los dioses, ojalá nunca
La noche aún se aferraba al cielo de Umbra Noctis con dedos de sombra, cubriendo el bosque con un velo denso y plateado. Las estrellas parecían haberse retraído, cediendo todo el protagonismo a la Luna Roja, que brillaba sobre la arboleda con un fulgor inquietante. Un aire húmedo y expectante lo envolvía todo, como si la tierra contuviera el aliento.Ailén caminaba por el sendero de tierra apisonada que bordeaba el bosque. Su paso era lento, inseguro, como si temiera que el suelo cediera bajo sus pies. Llevaba la chaqueta de lana cruzada sobre el pecho, pero no era el frío lo que la hacía temblar.Pensaba en Raven. En su mirada profunda y distante, en cómo sus palabras parecían siempre contener un significado oculto. Había algo en él que la perturbaba, algo que no sabía si temer o buscar con desesperación. Sentía ese extraño calor bajo la piel cada vez que él estaba cerca, como si una corriente eléctrica invisible los uniera.-- ¿Por qué te siento así? -- susurró para sí, apretando la
La Luna Roja brillaba en el cielo de Umbra Noctis con una intensidad inquietante. Su luz teñía de rojo los horizontes, y las sombras parecían alargarse más allá de la realidad misma. En el corazón de la oscuridad, la Torre del Ocaso se erguía, como un faro solitario y olvidado por el tiempo. Nadie se atrevía a acercarse a sus muros ennegrecidos, ni siquiera las criaturas más valientes de los clanes. La torre estaba maldita, marcada por siglos de secretos no revelados.Pero para Liora, el peligro no era suficiente para disuadirla. Con cada paso que daba hacia la torre, sentía que algo dentro de ella despertaba. Había llegado a un punto en el que las respuestas que tanto había buscado parecían estar más allá de su alcance, ocultas en lo más profundo de ese lugar prohibido.-- Este es el lugar, lo sé... -- se dijo a sí misma, casi como un susurro, al ver cómo la torre se alzaba ante ella con una presencia casi palpable.El viento gélido de la noche parecía susurrar advertencias, pero Lio