Liora Valenhardt
Desde pequeña aprendí a distinguir entre lo que debía decir… y lo que debía callar.
Mi madre, una bruja de la estirpe antigua, me enseñó que las verdades más poderosas no se lanzan al viento. Se protegen, se guardan, se vigilan como si fueran fuego vivo. Tal vez por eso siempre he sido la sombra detrás de Ailén. Su escudo invisible. Su voz no dicha.
Y esta noche… esta noche algo ha cambiado.
Sentí la vibración antes de que sucediera. Una corriente sutil, casi imperceptible para los humanos comunes, me recorrió la columna vertebral como un soplo antiguo. La magia rara vez se manifiesta sin razón. Y esta vez, no era solo magia.
Era destino.
El mismo destino que he intentado evitar desde que supe la verdad sobre Ailén. Desde que leí su nombre en las páginas prohibidas del grimorio familiar. Desde que vi, en sueños rotos y profecías fragmentadas, que su sangre podría despertar la luna roja… o destruirnos a todos.
Ella no lo sabe. No todavía.
Y, por los dioses, ojalá nunca lo sepa.
La vi desde la distancia en la plaza del pueblo. Estaba con Raven. Otra variable que nunca pude controlar. Otro hilo imposible de cortar.
Raven Délacroix. El Alfa oculto. El lobo marcado. El muchacho que todos creen conocer… y que ni siquiera él entiende del todo.
La tensión entre ellos era densa, como el aire antes de una tormenta. Y aunque fingí no mirarlos demasiado, cada fibra mágica en mí estaba alerta. No solo por Ailén. También por él. Porque sé lo que puede pasar si sus caminos se entrelazan más de lo debido.
-- ¿Cuánto tiempo crees que podrás contener esto? -- me preguntó la voz de mi abuela en mi memoria, una de esas frases que se graban a fuego.
No lo sé.
Pero lo intentaré hasta que ya no pueda más.
La noche siguió su curso, pero no pude evitar seguir sus pasos. No como una espía… sino como una guardiana.
Desde que éramos niñas, Ailén siempre brilló con una luz que no entendía. Una mezcla entre fragilidad humana y algo más… algo primitivo y hermoso, como si la vida misma hubiera decidido protegerla.
Ahora sé lo que es. Lo que duerme en su sangre. Lo que podría despertar con solo una chispa de amor o de rabia. Por eso me mantengo cerca. Por eso he aprendido a mentir con una sonrisa y a tragarme mis hechizos.
Pasaron por el callejón donde solíamos escondernos de pequeñas, cuando jugábamos a que el mundo era más simple. Ella reía. Él también, aunque había algo contenido en su mirada. Una sombra. Un anhelo. Un instinto de protección tan feroz que me erizó la piel.
Lo conozco.
Sé cuándo Raven no puede controlar su lobo. Sé cuándo la luna lo toca más de lo normal.
Y esa noche… esa noche la luna era roja. No completamente, pero lo suficiente.
Lo suficiente para despertar memorias antiguas y futuros sellados.
Volví a mi cuarto mucho más tarde de lo normal, con la sensación de que algo había cambiado y que no había vuelta atrás. Coloqué el grimorio sobre la cama, abrí las páginas donde la tinta ya casi se borraba y leí las líneas que juré no volver a pronunciar.
“Cuando el beso de la luna roja se pose sobre el alma marcada, el lobo y la sangre sagrada hallarán su reflejo… o su ruina.”
No decía nombres. Pero no necesitaba leerlos. Los conozco. Los amo.
Y me duele saber que, tal vez, amar no será suficiente.
Porque si Ailén se enamora de Raven… si el vínculo se forma… si la luna los reclama...
Entonces la maldición dormida podría resurgir.
O podría salvarnos a todos.
Y lo peor es que no lo sabré hasta que ya sea demasiado tarde.
Me acosté en la cama, abrazando mi almohada como si eso pudiera alejar la culpa que me consume. He vivido con secretos durante tanto tiempo que ya no sé cómo suena la verdad.
No sé cuánto más podré cargar sola.
No sé si algún día podré decirles todo.
Pero lo que sí sé… es que, si algo les ocurre, si la profecía se activa, si el mundo se vuelve contra ellos… yo estaré allí.
Porque antes que hechicera, soy su amiga. Y las amigas luchan, aunque estén destinadas a perder.
-- Estás pensativa -- dijo una voz familiar al día siguiente, mientras caminábamos por el sendero del bosque que lleva al lago.
Era Raven.
A veces me olvido de lo mucho que ve.
-- Solo cansada -- respondí, sin mirarlo.
-- Lo noté anoche -- dijo él. -- Estabas cerca, aunque intentaste no hacer ruido. --
-- Siempre estoy cerca -- murmuré. -- Porque alguien tiene que estarlo. --
Nos detuvimos. Por un momento no hubo palabras, solo el viento moviendo las hojas, los pájaros en la distancia, y esa tensión antigua entre nosotros. Una que nunca ha sido romántica, pero sí profunda.
Una alianza de secretos. De cargas compartidas sin decirlo.
-- ¿Tú también la sientes? -- preguntó él de pronto.
-- ¿La qué? -- fingí ignorancia.
-- La conexión con ella. Algo cambió, ¿verdad? --
Lo miré. Por un segundo, deseé poder mentir. Pero no pude.
-- Sí -- dije al fin. -- Y es solo el comienzo.
Esa noche, mientras Ailén dormía, yo velé su sueño desde la ventana. El reflejo de la luna roja empezaba a teñir el cielo.
No era completa. Aún no.
Pero pronto lo sería.
Y cuando eso ocurriera…
Todo cambiaría.
La noche aún se aferraba al cielo de Umbra Noctis con dedos de sombra, cubriendo el bosque con un velo denso y plateado. Las estrellas parecían haberse retraído, cediendo todo el protagonismo a la Luna Roja, que brillaba sobre la arboleda con un fulgor inquietante. Un aire húmedo y expectante lo envolvía todo, como si la tierra contuviera el aliento.Ailén caminaba por el sendero de tierra apisonada que bordeaba el bosque. Su paso era lento, inseguro, como si temiera que el suelo cediera bajo sus pies. Llevaba la chaqueta de lana cruzada sobre el pecho, pero no era el frío lo que la hacía temblar.Pensaba en Raven. En su mirada profunda y distante, en cómo sus palabras parecían siempre contener un significado oculto. Había algo en él que la perturbaba, algo que no sabía si temer o buscar con desesperación. Sentía ese extraño calor bajo la piel cada vez que él estaba cerca, como si una corriente eléctrica invisible los uniera.-- ¿Por qué te siento así? -- susurró para sí, apretando la
La Luna Roja brillaba en el cielo de Umbra Noctis con una intensidad inquietante. Su luz teñía de rojo los horizontes, y las sombras parecían alargarse más allá de la realidad misma. En el corazón de la oscuridad, la Torre del Ocaso se erguía, como un faro solitario y olvidado por el tiempo. Nadie se atrevía a acercarse a sus muros ennegrecidos, ni siquiera las criaturas más valientes de los clanes. La torre estaba maldita, marcada por siglos de secretos no revelados.Pero para Liora, el peligro no era suficiente para disuadirla. Con cada paso que daba hacia la torre, sentía que algo dentro de ella despertaba. Había llegado a un punto en el que las respuestas que tanto había buscado parecían estar más allá de su alcance, ocultas en lo más profundo de ese lugar prohibido.-- Este es el lugar, lo sé... -- se dijo a sí misma, casi como un susurro, al ver cómo la torre se alzaba ante ella con una presencia casi palpable.El viento gélido de la noche parecía susurrar advertencias, pero Lio
La noche no caía en Umbra Noctis. Se desplegaba. Como una sombra que se arrastra por los huesos del bosque, como una promesa envenenada. En medio de la espesura, Raven avanzaba sin hacer ruido, cada pisada calculada, cada músculo alerta. Bajo la tenue luz de una luna encapotada, su silueta parecía más bestia que hombre.La manada lo esperaba en el claro del sur, donde los árboles formaban un círculo natural, tan antiguo como el juramento que los unía. El aire olía a tierra mojada, a savia rota, a poder contenido. Kael, su beta, ya estaba allí. Detrás de él, los más jóvenes murmuraban entre sí, impacientes, nerviosos.-- Estamos al borde, Alpha. Lo sientes, ¿verdad? --Raven no respondió. No con palabras.Cerró los ojos. Sintió el latido de la tierra bajo sus pies, los susurros de los espíritus del bosque rozando sus pensamientos. La Luna Roja aún no había ascendido, pero su presencia era un temblor en la sangre. Lo reconocía por el sabor metálico en su boca, por la tensión en su nuca,
La noche era más densa que nunca. El aire, impregnado de humedad, parecía pesar sobre el alma de Raven como una carga invisible. Avanzó entre los árboles, los ojos clavados en la figura que se deslizaba en la penumbra. No la veía con claridad, pero la sentía. Era como una sombra viva, un susurro del destino que había estado aguardando pacientemente en los márgenes de su vida.El viento traía consigo un aroma extraño, algo antiguo y familiar, como si el bosque mismo estuviera respirando sus secretos. Las hojas crujían suavemente bajo sus botas, y su respiración era la única cosa que rompía el silencio sepulcral.La figura avanzaba con una gracia perturbadora, moviéndose entre los troncos como si fuera parte de la misma oscuridad que la envolvía. No podía ver su rostro, pero el aire que la rodeaba parecía vibrar, lleno de una tensión casi palpable. No era una presencia amigable, ni humana. Raven lo sabía.Su corazón latió más rápido, no por miedo, sino por la certeza de que algo trascen
El campus universitario de Umbra Noctis se encontraba en su apogeo aquella mañana. Los estudiantes se apresuraban entre los edificios, intercambiando bromas y risas mientras las primeras luces del día iluminaban los árboles que rodeaban el campus. Ailén, Raven y Liora caminaban juntos, disfrutando de la tranquilidad antes de que las clases comenzaran.Ailén, con su mochila colgada sobre el hombro, observaba con atención todo lo que la rodeaba. A pesar de que su vida había estado marcada por secretos y oscuridad, el ambiente universitario le ofrecía una sensación de normalidad. Se sentía conectada con la humanidad común, alejada de las tensiones sobrenaturales que la acechaban.Raven, por su parte, caminaba cerca de ella, siempre alerta. Su rol como Alpha de la manada lo mantenía en un estado constante de vigilancia, pero también sentía que cada vez que estaba cerca de Ailén, algo dentro de él se calmaba. Había algo en ella que lo ataba de forma inexplicable, y su instinto le decía que
El viento soplaba con una crudeza inusual esa noche, arrastrando consigo el murmullo de las hojas secas que crujían bajo las botas de Raven. La luna, apenas una franja delgada entre las nubes, parecía observarlo con una mirada esquiva. A lo lejos, las luces del campus universitario parpadeaban como faroles en medio del mar, pero él ya se había internado demasiado en la espesura del bosque como para regresar.Su respiración era controlada, apenas un susurro entre los árboles. Su oído, agudo incluso en forma humana, captaba el leve crujir de ramas que no deberían haberse movido. Estaba siendo seguido. Lo sabía. Lo sentía.La manada había sido clara: los signos eran demasiado evidentes para ignorarlos. Olores ajenos, huellas deformadas, energía densa entre los árboles. Alguien había llegado a Umbra Noctis. Y no eran bienvenidos.-- ¿Qué buscas aquí? -- murmuró Raven, su voz apenas más fuerte que el viento, dirigiéndose al vacío de la arboleda.Silencio.Luego, una figura emergió de entre
La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Ailén con una calidez tranquila. Sin embargo, esa sensación de calma fue quebrada por un sonido inesperado: la ventana de su habitación se abrió de golpe, dejando entrar un aire fresco y un susurro en el viento.Raven apareció de repente, como si la realidad misma le hubiera permitido atravesar los límites de lo imposible. Se deslizó dentro de la habitación como una sombra, y antes de que Ailén pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, observándola con una mirada cargada de misterio.-- Te preocupas mucho por mí, ¿verdad? -- dijo Ailén, aún medio adormilada, con una sonrisa irónica en los labios.-- Solo me aseguraba de que tu noche no fuera demasiado solitaria -- respondió Raven, una leve sonrisa cruzando su rostro. No podía negar que sentía una necesidad de protegerla, de estar cerca. Algo dentro de él se despertaba cada vez que la veía, y aunque no entendía del todo qué era, no podía ignor
La noche había caído como un velo de incertidumbre sobre Umbra Noctis. Las luces de la ciudad apenas lograban disipar la densa neblina que se arrastraba por las calles como una advertencia silenciosa. En los callejones más oscuros, lejos de los ojos humanos, las antiguas tensiones volvían a resurgir.Raven olía la sangre en el aire antes de escuchar el primer paso. Su manada estaba en alerta, sus sentidos afilados. Frente a ellos, bajo el brillo tenue de una farola rota, tres figuras emergieron de la penumbra. Vestían con elegancia, pero sus rostros eran pálidos, inhumanos. Los vampiros.-- ¿Qué hacen aquí? -- preguntó Raven con la voz tensa, su mirada fija en el del centro, un hombre de ojos carmesí con una sonrisa sarcástica dibujada en el rostro.-- Venimos a por respuestas -- dijo el vampiro, dando un paso al frente --. Algo se está moviendo en la superficie. Algo que ustedes intentan ocultar. --La manada se colocó tras Raven. Uno de ellos gruñó bajo la garganta.-- No tienen der