22. El Espejo de Sombras
Los días se volvían más grises a pesar del sol de primavera. Ailén sentía que caminaba sobre un puente invisible entre dos mundos, uno que conocía y otro que se abría ante ella como un abismo lleno de secretos, promesas y sombras. Cada paso la alejaba un poco más de la seguridad de su entorno, de la calidez de Raven, de la risa despreocupada de Liora. Pero no podía detenerse. Había preguntas que necesitaban respuestas. Y Lucien parecía ser el único dispuesto a dárselas.
Se veían casi a diario, en la parte más antigua de la biblioteca del pueblo. Era un espacio olvidado por el tiempo, donde el polvo cubría los estantes como una manta protectora y el silencio pesaba tanto como el aire viciado. Allí, Lucien desplegaba ante ella un mundo que le resultaba tan fascinante como perturbador. Libros encuadernados en cuero envejecido, manuscritos ilegibles a simple vista, símbolos que parecían moverse si uno los miraba demasiado tiempo.
-- Estas verdades no están hechas para todos -- dijo Lucien