El amanecer llegó pálido y silencioso. Un velo de niebla cubría el claro del campamento, amortiguando los sonidos y tiñendo el ambiente con un matiz onírico. Las brasas de la fogata aún humeaban débilmente cuando los primeros estudiantes comenzaron a desperezarse. Raven ya estaba despierto. Siempre lo estaba antes que los demás.

Se encontraba junto al lago, con los pies descalzos hundidos en el barro frío de la orilla. El agua estaba quieta, demasiado quieta. El reflejo de los árboles parecía moverse con vida propia, como si algo latiera debajo de la superficie.

-- Bonito lugar para perderse -- dijo una voz detrás de él.

Raven se giró. Era Elías, caminando con sus manos en los bolsillos y una sonrisa suave, como si la noche no le hubiese traído pesadillas sino dulces sueños.

-- Hay lugares que prefiero explorar solo -- respondió Raven con tono seco.

-- Siempre tan reservado, Raven -- murmuró Elías, fingiendo una pequeña risa --. Pero no te culpo. Algunos bosques no se abren con facili