Clara aún sollozaba, pero esta vez una pequeña sonrisa comenzaba a devolver la luz a su rostro.
—¿De verdad? ¿De verdad quieres ser mi amigo? ¿Incluso después de saberlo todo?
—¡Claro! Te lo prometo. A partir de ahora, me tienes a mí.
En la terraza, Damian observaba la interacción de los dos niños. Sus oídos de lobo, agudos, captaban cada palabra. Su mirada seguía siendo dura, aunque una leve grieta aparecía en su muro de cautela. Veía a su propio hijo: el pequeño Leon, que en la escuela solía ser tímido y reservado, ahora se mostraba tan seguro y protector. Allí había una semilla de liderazgo, algo que hacía vibrar con orgullo al Alpha en su interior.
—Míralos, Damian. Mira lo sincera que es su amistad. El mundo ya está demasiado lleno de sospechas y normas. No dejes que eso le robe la infancia a Leon —dijo Aurora.
Damian respiró hondo. —No estoy ciego, lo veo. Pero también sabes cuál es el riesgo. Los humanos… su miedo puede transformarse en violencia inesperada.
—Clara no es una am