Capítulo 83

Al regresar de la oficina, Leon volvió enseguida a la gran casa donde vivían. Después de cambiarse de ropa, tomó su teléfono móvil. Según las reglas que Aurora y Damian habían establecido, Leon solo podía jugar durante una hora. Encendió su juego favorito, sus dedos se movían con agilidad sobre la pantalla mientras su rostro se concentraba al máximo.

Sin embargo, cuanto más jugaba, más se le venía a la mente otra cosa. La imagen del rostro de una compañera de la escuela apareció sin previo aviso. Aquella niña había llorado en silencio, acurrucada en un rincón del patio, porque nadie quería jugar con ella. Leon había querido acercarse, pero la campana sonó demasiado pronto. Desde entonces, un sentimiento de culpa lo acompañaba en el corazón.

La puerta de su habitación se abrió suavemente. Aurora entró con un vestido de estar en casa, suelto, el cabello cayéndole con delicadeza sobre los hombros. Su sonrisa era cálida, aunque el rostro mostraba cierto cansancio.

—Leon, dentro de poco se
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